A la mesa
Siempre es importante saber de qué cocina han salido ciertos platos para no correr el peligro de sufrir una indigestión o incluso morir envenenado. Uno de los últimos platos que más me está costando digerir es el de la derecha nacionalista española y el de la derecha nacionalista catalana. Tengo muy claro que CiU y el PP están utilizando este debate para desviar la atención sobre lo que en este momento debería estar en boca de todos, es decir, los problemas económicos de los ciudadanos, el modelo económico capitalista, la sumisión del interés público al beneficio privado.
O, concretando aún más, las dolorosas consecuencias para la población de las políticas neoliberales de estos dos partidos. Políticas llevadas a cabo desde el Parlament con los apoyos del PP o en las Cortes con el apoyo de CiU. Maticemos y recordemos un poquito de historia. Detrás del creciente movimiento a favor de la autodeterminación en Cataluña, no hay solamente una simple estrategia de CiU. Ni siquiera se puede decir que este partido, a pesar de su intento de abanderarlo, sea el auténtico representante de este movimiento. Cuando la burguesía catalana y la iglesia catalana, recordemos Montserrat, apoyaron el fascismo, eran las izquierdas las que defendían el derecho del pueblo catalán, como cualquier otro pueblo, a decidir sobre su forma de gobierno y avanzar en el desarrollo social, económico y cultural, estructurado todo libremente sin injerencias externas y basándose en el principio de la igualdad. Volviendo a Madrid, en el PP no vemos más que este trasnochado nacionalismo que trata de movilizar de nuevo el anticatalanismo. No nos dejemos engañar por los condimentos de siempre. No es cierto que todos los que apoyan el derecho a la autodeterminación quieran también la secesión. Tampoco es cierto que todos los que están en contra de este modelo de Estado español sean separatistas, quizás solo piden otro modelo de estado, así de simple, quizás un estado más democrático. Hay que poner sobre la mesa platos como el del autogobierno, y no recurrir a argumentos inconsistentes o aliños envenenados diciendo que eso significa falta de internacionalismo o separatismo. Hablar de federalismo no significa ser insolidario o ir de víctima. Tener un gasto mayor o menor en las autonomías no significa tampoco ser más o menos federal ni que se tenga un mayor o menor autogobierno, no se puede confundir descentralización con autogobierno. A los políticos de izquierdas hay que recordarles en este ágape de confusiones y falsedades, que su pasividad y conformismo de las últimas décadas ha hecho un flaco favor al avance del federalismo, de la democracia auténtica, de la justicia social y la España plural.
Miguel Ángel Olivares es escritor