A Juan Carlos Cobo Simón, procurador de los tribunales

Desde Jaén. No sería de justicia que para persona tan querida y reconocida en el mundo judicial de Jaén, no se dijeran las palabras que vienen para dar a Juan Carlos Cobo lo que corresponde. Este humilde escribiente suyo, amigo lector, fue uno de los muchos abogados que trabajó con él como procurador. Pero lo que me pasó a mí es que, reconociendo desde el principio sus sobrados méritos en el día a día como profesional, ya no quise trabajar con nadie más que con él.

    04 ago 2012 / 09:10 H.

    Diplomático donde los hubiera, me atrevo a decir, vehemente se quiere, que un procurador puede ser tan buen profesional como él, pero no creo que mejor. También era un ejemplo con el dinero, dinero que perdonaba a mucha gente, y eso, señores míos, eso es hoy excepcional y define bastante bien la categoría de un ser humano. Durante su vida entre su despacho y los tribunales de justicia, supo desarrollar todas las aptitudes que le hacían destacar en su trabajo, ya fuera en el trato con los clientes, con los funcionarios de justicia o con nosotros los abogados. Pero Juan Carlos Cobo poseía un carácter que yo no había visto antes, (aunque no dudo que no pueda haberlos igual), y es que tenía la honestidad y la gallardía necesarias como para defender personalmente a otro en lo que consideraba justo –ello en el ámbito de su trabajo–, no sólo pese al perjuicio que le pudiera conllevar, sino con el perjuicio, permítaseme la expresión, ya encima. Nuestra religión dice que nadie es mejor amigo que el que da la vida por sus amigos., y aunque ese, lógicamente, no es el contexto, si me atrevo a afirmar que él, en el contexto de esta sociedad nuestra, sí que daba vida por sus amigos. Con mi afectuoso y sincero respeto, con mi más profundo deseo, ruego a Dios que te quiera acoger en su seno, amigo mío.
    José Pablo Alcalde-Diosdado Gómez