A contracorriente
María Jiménez Rojo / Desde Malága. Hace un par de días discutíamos en clase la existencia de un destino al que estamos arraigados a vivir, la polémica comenzó con un aplastante no, pero por medio de varias ideas todo dio un vuelco.
Esto me hizo comprobar la facilidad de convencer y atraer a personas que normalmente no piensan ni tratan ideas de estos calibres. Y podríamos llamarles, sin la mínima intención de ofender, ignorantes.
Esto me hizo comprobar la facilidad de convencer y atraer a personas que normalmente no piensan ni tratan ideas de estos calibres. Y podríamos llamarles, sin la mínima intención de ofender, ignorantes.
Personas que efectúan las cosas sin pensar, reconocer o plantearse ciertos porqués que pueden hacernos tener más claros nuestros valores y principios. No tienes más que exponer una idea de profundidad filosófica para revolucionar las mentes conformistas. Puede ser este uno de los más probables peligros de lo que llamamos “sociedad”. No es costoso someter las mentes indefensas bajo unas ideas placenteras y fáciles que pronto son absorbidas, y más aún si estas van en contra de ciertos ideales humanos. Provocando así una crisis, invisible a la vista de muchos, de valores que deberían seguir vigentes. Sin negar con ello la existencia de un conjunto de jóvenes, considerados cultos y defensores de sus propias ideas, que podrían cambiar el mundo si rechazaran la presión que hace la masa, venciendo sus respetos humanos y avanzando a contracorriente.