'El Abuelo'.-425 años en los corazones de Jaén
Multitudinaria, bella, intensa conclusión del 425 aniversario de la fundación de la Cofradía de Jesús. Miles de jiennenses salieron al encuentro del Nazareno y de la Virgen de los Dolores, que se trasladaron hasta la Catedral para presidir la misa oficiada por Ramón del Hoyo, obispo de la diócesis.

Fue puntual a su cita con la ciudad: Jesús salió de su Camarín a las cinco y media de la tarde. Ya lo esperaba, sin embargo, desde antes de las cuatro una multitud de fieles de todas las edades y condiciones, “armados” con abrigos y resignación frente al frío.
Tras la cruz de guía el cortejo procesional de trescientos miembros iba encabezado por representantes de las cofradías de Pasión de la ciudad. Los miembros de la junta directiva de El Abuelo iban junto a los concejales del equipo de Gobierno local. José Enrique Fernández de Moya, alcalde de la capital, caminaba al lado de Francisco Manuel Gutiérrez, hermano mayor de Nuestro Padre Jesús, y Antonio Aranda, capellán.
La imagen del Nazareno, escoltada por la Guardia Civil, estuvo acompañada, como es habitual, con los entonados sones de la Banda Municipal de Jaén. En el trono descansaba el bastón de mando de la ciudad y, colgadas del brazo de Jesús, las llaves entregadas hacía solo unas horas.
Siguió, entonces, el desfile con las cofradías de Gloria y marianas. Ya con menos luz en el ambiente de la tarde otoñal las velas relucientes, en el umbral del Camarín, anunciaron la salida de Nuestra Señora de los Dolores. Lo primero que se vislumbró fue su corona, que refulgía con destellos dorados intermitentes, los de las pequeñas llamas de los cirios. Flores rosas y blancas, en distintos tonos, en múltiples formas, adornaban el trono de la Virgen, escoltado por la Policía Nacional y acompañada de la Banda Sinfónica Ciudad de Jaén.
El olor a incienso, las manos agarradas a la verja, las miradas expectantes, los aplausos que estallaban junto con los vivas... Ayer se volvió a vivir, durante unas horas, la Semana Santa. La ocasión, además, lo merecía. Era el colofón a varios meses de conmemoración del 425 aniversario de la fundación de la hermandad.
Dos horas de emoción bastaron a los costaleros para trasladar los tronos desde el Camarín hasta el interior de la Catedral. La Plaza de Santa María estaba “colmada” de fieles, cerca de dos millares de devotos que protagonizaron los pequeños gestos, los que, a veces, pasan desapercibidos entre la grandilocuencia de las procesiones que arrastran masas. Como el de una mujer de mediana edad que hizo pasar un pañuelo de mano en mano, de extraño en extraño, por encima de las cabezas de la multitud para que el tocara el trono del Nazareno. Luego el fular hizo el recorrido inverso y la señora se lo guardó dentro del abrigo, cerca del corazón, no sin antes darle un beso al tejido.
Con algo de retraso sobre la hora prevista —las siete y media— y cierto embrollo para que el público accediera al templo, Ramón del Hoyo ofició la misa de clausura del triduo. El Orfeón Santo Reino aportó sus voces.
A las nueve y media de la noche, concluida la eucaristía, las imágenes emprendieron el regreso a su casa, al Camarín. Esta vez, al contrario que en la ida —en la que, simplemente, recorrieron Carrera de Jesús—, se recrearon, para satisfacción de sus devotos. Pasaron por la calle Almenas, la Diputación, Álamos, Colón, Audiencia, Maestra, Plaza de Santa María y, al fin, Carrera de Jesús. Estaba previsto su encierro para las doce y media de la madrugada de hoy.
Antonio Heras / Jaén