4.- Asesinatos sin culpables. Desde kis alis 80

Rafael Abolafia Morales

 El asesinato de Ana María y Óscar sigue sin culpables dos décadas después

El próximo 7 de junio, se cumplirán veinte años del conocido como “crimen de los novios”. El doble asesinato de una pareja de veinteañeros, Ana María y Óscar, que se toparon con una brutal y trágica muerte en el Camino de Las Cuevas, un paraje cercano a la ciudad. Un pastor encontró el cadáver del joven. Estaba desnudo en el interior de su coche y presentaba dos disparos de escopeta. Casi dos días después, se halló el cuerpo sin vida de su novia a unos 200 metros. Estaba vestida y tenía un disparo en el cuello que le habían dado por la espalda. También la habían violado.

    26 feb 2012 / 11:29 H.

    Transcurrieron tres años sin pistas contundentes y se perdieron pruebas cruciales. En 1995, un testimonio de un mendigo lleva a la detención de dos sospechosos: Juan Domingo León (fallecido en 2005) y su sobrino, Jorge Miguel Núñez. Contra ellos se celebró un primer juicio en 1997. Fueron absueltos por falta de pruebas. No obstante, el Supremo ordenó la repetición de la vista para que se oyeran unas cintas que contenían conversaciones de los dos sospechosos grabadas en prisión. El segundo juicio se celebra en 1998. Las grabaciones son prácticamente inaudibles y, de nuevo, son absueltos por falta de pruebas. Los dos acusados quedaron definitivamente absueltos por el Supremo en marzo de 2001. El crimen de los novios prescribirá el próximo mes de junio.

     Sin pistas por la muerte de un joven administrativo en el mercado

    La indignación se apoderó de los jiennenses el 3 de febrero de 1995. Dos atracadores mataron de un tiro a Pedro Carrasco Peña, de 23 años y trabajador de un puesto de pescado en el mercado de mayoristas de Jaén. Los ladrones, que llevaban pasamontañas, entraron en el establecimiento armados con una escopeta de cañones recortados. A gritos, pidieron a las cuatro personas que, en ese momento, se encontraban en el puesto que se arrojaran al suelo. Después, preguntaron por el que tenía el dinero. No hubo más palabras. Tan solo el estruendo de un disparo, que impactó en la cabeza de Pedro Carrasco. Murió en el acto. Los asaltantes huyeron por los olivares cercanos al polígono. No se llevaron nada. Tampoco dejaron pistas El juez del caso, Pedro Joya, interrogó a varias personas durante meses. Sin embargo, los investigadores no encontraron ni un solo hilo del que tirar. Finalmente, en junio de 1996, la Audiencia decretó el archivo provisional del procedimiento tras quince meses de infructuosas pesquisas. La causa podría reabrir en cualquier momento hasta febrero de 2015, cuando prescriba definitivamente.

     Apuñalado y golpeado el camarero del pub Princesa

    El 23 de marzo de 1995, Manuel José Castro, tosiriano de 37 años, fue encontrado muerto en el pub Princesa, el pub en el que trabajaba como camarero, en el Paseo de la Estación. El cadáver presentaba varias heridas de arma blanca en el pecho. No obstante, acabaron con su vida de un fuerte golpe con un extintor. El cuerpo fue hallado a primera hora de la mañana ensangrentado y cubierto de espuma en un intento del asesino de borrar cualquier tipo de indicio. En principio, lo logró. Durante semanas, la Policía interrogó a decenas de personas: los clientes que esa noche estuvieron en el pub, amigos de la víctima y delincuentes habituales. Los investigadores no encontraron nada.
    Sin embargo, meses después, un vecino de la capital, con graves problemas psiquiátricos, amenazó a una pareja con un cuchillo. Fue la propia madre de este hombre la que se presentó en la Comisaría para denunciar que su hijo le había confesado que había cometido un crimen. Cuando la Policía registró su casa, encontró el arma y un pijama del hospital manchado con sangre. La juez decretó el ingreso en prisión de este hombre, Francisco José C. A. No obstante, debido a sus trastornos mentales, quedó ingresado en la planta de psiquiatría. Se suicidó antes de que llegaran las pruebas forenses que lo incriminaban. La sangre hallada en su ropa pertenecía al camarero del Pub Princesa.
    Quedaba por esclarecer si el detenido mató solo a la víctima o en compañía de alguien. En principio, una mujer también fue señalada como sospechosa. Sin embargo, no hubo pruebas sólidas contra ella. El caso fue archivado por la Justicia de forma provisional a principios de 1997.

     Sin castigo para ninguno de los dos acusados por el crimen de “La Cabaña”

    Rafael Cortes Fernández, un vecino de la capital, fue acuchillado mortalmente en la madrugada del 16 de marzo de 1985. Lo apuñalaron a las puertas de una sala de fiestas situada en la Fuente de la Peña y conocida como “La Cabaña”. Falleció desangrado poco después de ser trasladado en un taxi a la antigua residencia Capitán Cortés. Cuatro días después, la Policía detuvo a los presuntos autores del crimen: dos primos de etnia gitana, Luis M. R. y Matías R. M., que se culparon mutuamente. Los investigadores determinaron que los arrestados y la víctima estuvieron juntos en el local, incluso, cantaron flamenco minutos antes de irse del prostíbulo. Algo debió pasar entre ellos cuando se marcharon: una discusión o un robo frustrado. El caso es que uno de los dos primos apuñaló a Rafael Cortés. Le asestó un navajazo en la femoral que hizo que se desangrara en cuestión de minutos. Para la Policía, el crimen quedó resuelto. Estaba claro que uno de los dos detenidos fue el autor del crimen. Pero, ¿quién de los dos? No hubo pruebas directas que desvelaran la identidad concreta del homicida. En el juicio, celebrado en febrero de 1987, los dos primos mantuvieron intacta su acusación mutua. Evidentemente, alguien mentía o, tal vez, ambos. El caso se complicó aun más cuando el forense no pudo determinar si algunas de las navajas intervenidas a los procesados fue la utilizada en el crimen. Ante la evidente falta de pruebas, los magistrados decidieron absolver a los dos procesados, ya que no se pudo demostrar quién de los dos asestó la puñalada mortal. La sentencia dejó sin castigo a un asesino para impedir el encarcelamiento de un inocente.

    Lo apuñalan en su propia casa y meten fuego al edificio

    A José Luis Mendoza del Val, miembro de una conocida familia de panaderos de Linares, lo encontraron muerto en la madrugada del 8 de mayo de 2008. Su cadáver estaba en el rellano de la escalera de su domicilio, ubicado en la céntrica calle Santiago. Literalmente, sus asesinos, en plural, lo “cosieron” a puñaladas. Los forenses determinaron que el cuerpo presentaba 16 heridas provocadas por, al menos, dos armas distintas. Algunas fueron causadas cuando José Luis ya estaba muerto. La hipótesis policial es que el fallecido y sus asesinos estaban juntos en la vivienda. Se produjo una discusión y José Luis tuvo que escapar por pies. Luchó por su vida en el rellano de la escalera, donde se encontró una de sus zapatillas Sin embargo, le dieron caza y lo apuñalaron con saña. Después, los autores del crimen prendieron fuego al piso para borrar huellas.
    Un vecino dio la primera pista fiable. Dijo que la noche de autos vio a una pareja en casa de José Luis. Con la descripción aportada por este hombre, la Policía practicó dos detenciones, un hombre y otra mujer. Después, fueron arrestadas otras dos personas. Todas se declararon inocentes. Testigos los situaban en el escenario del crimen. Los agentes siguieron cientos de pistas y todas condujeron a callejones sin salida. Tras casi mil días, la Policía solo contaba con testimonios muy contradictorios y con demasiadas fisuras para ser consideradas como pruebas de cargo ante un tribunal.
    Las últimas esperanzas para resolver el caso estaban puestas en el ADN. La víctima tenía bajo las uñas piel de uno de sus agresores. También se encontraron varios pelos junto al cadáver, así como huellas y pisadas. Sin embargo, estos restos estaban tan deteriorados por las llamas que fue imposible obtener un perfil genético concluyente. De haber conseguido un resultado positivo, ese ADN se hubiera cotejado con el de 33 personas sospechosas a las que los investigadores les hicieron los análisis. En abril de 2011, el proceso judicial fue archivado y el crimen de José Luis Mendoza queda impune por el momento.

    Sin pruebas contra el acusado de matar a un hombre y arrojar su cadáver a la basura

    En mayo de 2011, la Audiencia acogió la vista oral por el conocido como “el crimen del vertedero de Linares”. Los hechos se remontan al 16 de abril de 2009, cuando trabajadores de la planta de residuos hallaron el cadáver de un varón de raza negra en la cinta de transporte. El cuerpo estaba destrozado, sin bien los forenses pudieron determinar que el hombre, natural de Malí, murió estrangulado. Su asesino arrojó el cadáver a un contenedor de basura en Úbeda y, desde ahí, llegó al vertedero. Días después, la Guardia Civil detuvo a Tarik S., un argelino que había convivido con la víctima en una chabola de Úbeda. Siempre mantuvo su inocencia. Sin embargo, había varios testimonios de otros inmigrantes que declararon  que Tarik se jactó ante ellos “de haber matado a un negro”. La víctima y el acusado ya habían tenido enfrentamientos. No obstante, en el juicio, tan solo compareció uno de esos testigos. Fue la única prueba firme que pudo presentar el fiscal, porque no se hallaron restos biológicos en las ropas del acusado ni tampoco estaban sus huellas en el cuerpo. Demasiado poco como para sostener una condena. El jurado popular declaró inocente a Tarik S. en apenas media hora. El hombre llegó a estar más de dos años en prisión preventiva. El crimen del vertedero sigue sin castigo.

     Todas las hipótesis abiertos en el crimen de un hombre en la Sierra de Andújar

    El 23 de julio de 2010, un hombre que paseaba a caballo por la Sierra de Andújar encontró a un hombre moribundo. Alguien le había pegado ocho tiros, al parecer con una escopeta. Antonio B. P., miembro de una conocida familia iliturgitana, falleció en el hospital. Desde entonces, hace ya casi dos años, la Guardia Civil mantiene abierta una laboriosa investigación que todavía no ha dado resultados. Los agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Judicial mantienen abiertas varias hipótesis, casi todas basas en “un ajuste de cuentas”. No obstante, todavía no hay nada descartado. Los expertos han indagado en los negocios de Antonio B. P. como prestamista, sus relaciones con delincuentes e, incluso, su entorno más cercanos. Nada fiable como para practicar detenciones.

     Un tirón que acabó con la vida de un anciana en la calle Millán de Priego

    Dolores Quesada, de 82 años, entró por última vez en el portal de su casa en la calle Millán de Priego el 7 de abril de 2004. Justo en ese momento, la abordó por detrás una joven, que le arrebató de un fuerte tirón la cartera que llevaba en las manos. La anciana cayó al suelo y sufrió varias lesiones. Su estado fue empeorando hasta que falleció el 18 de abril. Lo único que sabe la policía sobre la agresora es que era una joven de etnia gitana. También se supo que dos chavales que estaban sentados en una muralla que hay justo frente a la casa lo vieron todo. Incluso persiguieron a la joven ladrona, pero no pudieron atraparla. Todos los esfuerzos por localizar a la tironera a los chicos que intentaron capturarla fueron inútiles.

     La Policía se enredó en un laberinto sin salida en el “crimen del estudiante”

    El cadáver de Gonzalo Muñoz Ramos, un estudiante de COU del Instituto Virgen del Carmen, fue al mediodía del 22 de diciembre de 1983 en una zona de difícil acceso en el arroyo de Valparaíso. Tenía un fuerte impacto en la cabeza y cinco heridas cortantes de 20 centímetros de profundidad, que le atravesaron el corazón. Además, los forenses encontraron en el cuerpo pequeñas mordeduras. La Policía rastreó la ribera río arriba y localizó numerosas pisadas de al menos tres personas y resbalones en el barro, que incitaban a pensar que se produjo una lucha. También había otros objetos como colillas, un abrigo y sangre de la víctima.
    Una confidencia alertó a la Policía de que Gonzalo había cambiado de amigos y frecuentaba un bar en compañía de una joven. Incluso se sabe que le regaló un machete comprado en una armería de Bernabé Soriano Nunca se supo quién era aquella chica, morena, menuda y de cara redonda. La hipótesis que los investigadores manejaron es que el estudiante mantenía una relación a escondidas con esa adolescente, un romance que pudo costarle la vida. Sin embargo, ¿quién era esa joven? ¿por qué desapareció sin dejar rastro?. El crimen prescribió en diciembre del año 2003.