29 ene 2009 / 23:00 H.
Los milagros existen y por eso Montserrat Martos está viva para contar la brutal agresión que sufrió a manos de su novio en la mañana del pasado martes. Las heridas son espeluznantes y su declaración ante agentes de la Policía, contundente. Su pareja intentó hacerle el mayor daño posible y sólo su resistencia la salvó de lo peor. Las tesis de la Fiscalía sostienen que se trata de un claro delito de homicidio en grado de tentativa, lo que viene avalado por la veintena de cortes que sufrió la joven, además de toda clase de golpes. El daño ya está hecho y, como manifiestan sus familiares más cercanos, ahora sólo esperan que sobre el culpable caiga todo el peso de la ley. Y la sociedad jiennense lo reclama en los mismos términos, como una frase hecha, o un tópico demasiado utilizado, sino como una exigencia rotunda, porque lo que no puede consentirse es que estos delincuentes se escuden en la desmemoria para intentar escapar del castigo que merecen. Ese ha sido el increíble testimonio del agresor ante el magistrado, unas palabras que casi suenan a burla y suponen un evidente menosprecio a la inteligencia de cualquier persona que las escuche. La Justicia tiene que hacer su trabajo, eso es obvio, y de hecho ha cumplido con la orden de ingreso en prisión del agresor, como no podía ser de otra forma. Pero también la Policía tiene que hacer su trabajo y poner todos los medios a su alcance para que esta mujer se sienta protegida, amparada por las fuerzas del orden, y cuando se recupere pueda rehacer su vida con normalidad. Sería imperdonable y un fracaso social que esta joven sintiera miedo porque le fallan todos los recursos tanto policiales, como jurídicos o psicológicos que se supone que tiene a su disposición, como cualquier maltratada. El agresor ya ha pasado su primera noche entre rejas, esperemos que la víctima pueda empezar a dormir tranquila.