Guerra sin victoria

Narcotizados por el atracón navideño, la realidad escupe la metralla de una guerra que convive con nosotros desde hace demasiado tiempo. Porque el conflicto entre Israel y Palestina forma parte del escenario mundial, está tan ligado a la epidermis de la actualidad, que sólo la última escaramuza sangrienta nos pone, de nuevo, en alerta. Este “normalizado” sufrimiento de los palestinos cuenta con una cuidada puesta en escena diplomática. Nadie quiere toserle en público a Israel. La deuda moral con el pueblo judío parece que cubre todos los excesos que este estado comete contra la población civil palestina y no sólo hay que fijarse en la guerra abierta actual. Si la respuesta a los setenta misiles diarios de Hamás, después de romper la tregua, es un terrorismo de Estado nada selectivo, el círculo del terror no cesará por más larga que sea la tregua impuesta. Pero no debemos caer en maniqueísmos, porque Israel tiene argumentos poderosos al sufrir la acción de terroristas patrocinados por sus fieles enemigos árabes. El problema para Israel es que sus argumentos se diluyen con una campaña militar como esta. Quizá esas voces israelíes que se alzan sobre la opinión dominante y que piden, con el apoyo de destacados intelectuales, la creación del estado palestino, junto a las declaraciones de miembros de la Autoridad Palestina apuntando a los islamistas radicales de Hamás como responsables del sufrimiento palestino, sean el germen de una paz que hoy se ve muy lejana.
EFE/Mohammed Saber
Escribe Roberto Bolaño, en la muy publicitada 2666: “La historia, que es una puta sencilla, no tiene momentos determinantes sino que es una proliferación de instantes, de brevedades que compiten entre sí en monstruosidad”. Pues en esas estamos.

    07 ene 2009 / 15:45 H.