LOLA JIMÉNEZ MARÍN: “Se necesita mucha voluntad para no tirar la toalla”
Juana Valdivia
Nació un mes de abril hace cincuenta y cuatro años en Mula (Murcia). A los ocho, cambió su pueblo natal por el de Elda, conocido mundialmente como la “Capital del calzado”, donde trabajó haciendo zapatos. Desde hace treinta y tres años vive en Jaén. Abnegada madre de cuatro hijos, modelo de esposa y reconocida empresaria, comenzó su andadura hace diecinueve años cuándo abrió su primera tienda de zapatos en la capital. Mujer dinámica, familiar y cercana, en la actualidad cuenta con dos comercios en la ciudad, uno en el número 10 de Los Jardinillos y, el otro, en la Avenida de Madrid, donde nos recibe. Su nombre es sello de calidad en un calzado que marcó un antes y un después en el modo de vestir los pies de los jiennenses.

Nació un mes de abril hace cincuenta y cuatro años en Mula (Murcia). A los ocho, cambió su pueblo natal por el de Elda, conocido mundialmente como la “Capital del calzado”, donde trabajó haciendo zapatos. Desde hace treinta y tres años vive en Jaén. Abnegada madre de cuatro hijos, modelo de esposa y reconocida empresaria, comenzó su andadura hace diecinueve años cuándo abrió su primera tienda de zapatos en la capital. Mujer dinámica, familiar y cercana, en la actualidad cuenta con dos comercios en la ciudad, uno en el número 10 de Los Jardinillos y, el otro, en la Avenida de Madrid, donde nos recibe. Su nombre es sello de calidad en un calzado que marcó un antes y un después en el modo de vestir los pies de los jiennenses.
—¿En qué momento de su vida decidió ser empresaria y por qué?
—Decidí comenzar a trabajar un verano a la vuelta de vacaciones y fui un poco, no sé, lanzada. Surgió durante el verano poner una tienda de zapatos. Yo había trabajado en su manufactura, pero no es lo mismo hacer zapatos que venderlos. Son trabajos muy diferentes.
—¿Recibió alguna formación para lanzarse al mundo empresarial o ha sido la experiencia su mejor aliada?
—No recibí ninguna formación. Fui a la aventura.
—¿Cómo fueron sus comienzos en el mundo de los negocios?
—Fue muy duro. Al principio el público no estaba acostumbrado a este tipo de calzado, ni tampoco a su precio, ni a la calidad, ni al atrevimiento en el color. Era muy distinto a lo que había habido hasta el momento: todo muy clásico, más austero, más negro, cosas planitas, sin grandes estridencias. Poquito a poco, sin bajar la guardia, todos los días anduve un tramo de camino y así empecé, seguí y aquí estoy.
—¿Por qué se decantó por montar una tienda de calzado?
—Conocía el mercado. En realidad, la venta no tiene nada que ver con mis conocimientos del trabajo en piel, pero sí me han ayudado a tener claro qué tipo de zapatos quería vender. Por ejemplo, mi meta no era el zapato de niño, porque eso conlleva tener mucho modelaje y es muy complicado. No me interesaba. Por eso comencé vistiendo los pies de las señoras y luego incluí la sección de caballero.
—¿Colabora en el diseño del calzado?
—El zapato es un puzzle que se monta de manera manual. Hacerlo requiere más de treinta puestos de trabajo. Comienza con el montaje artesanal de las mujeres en casa, que invierten muchas horas porque es muy complicado. Está mal valorado y muy mal pagado. Un zapato de esta calidad es una obra de arte. Hay que saber elaborarlo, porque todo el mundo no sabe hacer este tipo de zapatos. Tiene que estar perfecto. Es como el que es un buen pintor o es un buen modisto. Se trata, más que nada de eso, porque, por ejemplo, en un vestido puedes quitar una costura y volverlo a hacer, pero un zapato cuando lo montas no puedes desmontarlo, pues se notan los pespuntes y hay que tirarlo. No tiene que tener ninguna arruga, no tiene que tirar más de un sitio que de otro, si no, se te clava. Vamos, que tiene que estar perfecto. Para mí, que entiendo, es una obra de arte. Yo, cada temporada hago mi propio colorido, diseño los modelos de mi tienda. Eso sí, los elijo yo. Tengo muchísimos proveedores con los que voy haciendo un abanico de colores, diseños y alturas, para tener la variedad de calzado que necesita mi clientela en una temporada. Un zapato funcional, para tiempo libre, para ir a una boda o, simplemente, porque te gusta ir coqueta y quieres un tacón medio, o tienes que ir a algún sitio concreto y quieres llevar un toque especial. A la hora de comprar el muestrario tienes que saber qué función va a tener el zapato y a qué hora del día lo vas a usar. Porque un zapato no te sirve para todas las ocasiones. O bien quieres un zapato medio que reúna una serie de cualidades, para que puedas llevarlo todo el día, ir mona pero a la vez cómoda. A la hora de elegir un muestrario tienes que tener en cuenta muchas cosas.
—¿Qué sabe de negocios hoy que antes no sabía?
—¡Ay! (suspiro), que si lo llego a saber no lo pongo (risas). Si lo llego a saber no lo tengo, pero ya lo tengo y lo quiero y lo adoro y me gusta muchísimo mi trabajo. Así de simple es. Para mí mi negocio es mi niño chico que nunca termina de criarse. Lo mimas, lo mimas y cuanto más lo mimas, más caprichoso está. Así es el negocio hoy en día. Es un niño que necesita todos los mimos y todas las atenciones y no te puedes descuidar ni un solo día. En el momento que lo haces, va abajo.
—Como mujer emprendedora, ¿cómo ha conciliado la vida laboral y familiar?
—Pues muy bien, apoyada por toda mi gente. En algunos momentos te impide la movilidad por estar sujeta a un horario y, a veces, tienes que dejar muchas cosas de tu vida en el camino porque te has embarcado en un negocio del que tienes que estar pendiente. Así de simple. No hay más vuelta de hoja. Hay que estar muy organizada e ir por delante de los días: Lo de mañana hay que hacerlo hoy. Esa es la única manera de funcionar y de hacer que tu casa y tus hijos vayan en condiciones y que no haya ninguna carencia en ningún ámbito. Es imprescindible tener un orden total.
—¿Cree que la mujer empresaria, en la actualidad, tiene más facilidades que cuando usted comenzó?
—Sí tiene más facilidades, pero hay mucha burocracia, muchas trabas, y cuesta mucho trabajo estar ahí. Poner un negocio es fácil, sólo tienes que hacer una gran inversión y lo montas, pero que tengas conciencia de lo que has puesto…Es otra cosa. Cuando montas un negocio, por mucho que te digan, no sabes lo duro que es. Hay de todo en todos los sitios y mucha competencia. Tienes que tener mucha voluntad y tenacidad a la hora de decir “no puedo tirar la toalla”, porque un negocio no es un capricho.
—¿Qué ventajas presenta para el cliente el pequeño comercio frente a las grandes superficies?
—El cliente tiene más ventajas en un pequeño comercio: se conoce al cliente, la atención es distinta, el trato... Todo. Para mí, el trato especial es algo exquisito, es un privilegio. No quiere decir que en un comercio grande te traten mal, pero es todo a granel, no es selecto. Sin embrago, el pequeño comercio frente a las grandes superficies tiene una desventaja tremenda. Por parte de la Administración no tenemos ayudas, no tenemos apoyo, no tenemos nada.
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Praga-Budapest
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La falta de humanidad
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Tacón o zapato plano
Tacón