Los más europeos de la Sierra Sur

Orgullosos de su cereza, solidarios y con ganas de sacar adelante una población que necesita fijarse y rejuvenecerse

17 feb 2017 / 17:11 H.

AAntonio Román Rodríguez se lo llevan los demonios cuando piensa en que, después de toda una vida de trabajo como emigrante en el norte de Europa, el fisco siempre llama a su puerta para “regularizar” su pensión. Su caso no es extraño en Castillo de Locubín, de hecho, ese come come lo tienen muchos vecinos, que se molieron a trabajar en Suiza, Alemania y Francia para llegar con ahorros a España y poder vivir. “Con todo lo que se han llevado los ladrones que hay, me piden a mí el dinero”, se atreve a decir. Menos mal que a este jubilado, que ronda los 80, su novia, Mercedes Martín Castro, de su quinta, le brinda la felicidad que otros le quieren quitar. Son los protagonistas de un precioso amor crepuscular, que van de la mano desde hace tres años. “Yo le digo cabezón a veces, porque lo es, aunque con cariño”, le dice la novia, de la aldea alcalaína de Ermita Nueva, al novio, castillero de pura cepa. Aunque los dos tienen hijos, con el romance que viven recuperan unas ganas de vivir que perdieron cuando se quedaron viudos.

Es una historia con magia la de Antonio y Mercedes, como la del bar donde entrar para merendar. El negocio ardió hace cinco años, como recuerda su propietario, Pepe Delgado Rufián “Chirinias” que, junto a su esposa, Mary Conchy Villén Roca, saca adelante el Bar Chirri, ubicado en El Parque, el corazón de este pueblo de la Sierra Sur. “Hemos conseguido recuperarnos, en buena medida, gracias a la solidaridad de la gente. Al lunes siguiente (el fuego fue un sábado de abril de 2012), los vecinos habían aportado 9.000 euros para ayudarnos”, recuerda el hostelero, que personifica la cuarta generación de una familia que es experta en trabajar detrás de la barra.

Como la de los novios que se conocieron en la unidad de estancia diurna y el apoyo de los vecinos a “Chirinias”, en Castillo hay más historias que tendrían cabida en una novela y, por supuesto, en un periódico. Como la de Antonio Morales Muñoz, mudo que, a los 68 años, disfruta de su jubilación. Lo acogió la familia del bar Chirri, que lo trató como a un hijo más, y eso que no eran pocos en esa casa. Aunque no habla, Antonio Morales Muñoz te deja claro con la expresión de su cara quién lo quiere. A lo largo de su vida, este castillero se hizo muy popular y casi imprescindible, porque era el que le daba cuerda al reloj del municipio y, algo importantísimo, repartía la prensa. “Gracias a él, ha llegado la cultura y la información a muchas casas”, dicen de él. El alcalde castillero, el socialista Cristóbal Rodríguez desvela otras características que hacen único a su pueblo, como la Fiesta de la Cereza, que transforma Castillo de Locubín, y señala un banco de El Parque, con un asiento que tiene la forma de dos de estas frutas enganchadas por el rabo. “Estuve en Jaén y me fijé en los bancos que se ponen durante el premio de piano, que parecen un teclado, y decidí hacer algo parecido”, aclara. Pero, más allá del ornamento, el regidor está convencido de que puede hacer mucho por dinamizar una población en la que, como le pasa a gran parte de la provincia, se cambian pocos pañales y se celebran demasiados entierros. No le falta ayuda al máximo responsable municipal, que, en un momento, se reúne con María Izquierdo Lara, de La Villeta; Asunción Rosales, de la asociación contra el cáncer; Carmen Jaén, del colectivo de mujeres “Encina Hermosa”; José María González, y Toñi Rodríguez, de la Fundación Aliatar. Gracias a la labor de estos voluntarios, se organizan acciones solidarias y de ayuda a enfermos, se amenizan las fiestas locales, se recuperan tradiciones o se logran “milagros” como que todos los temporeros que acuden a la campaña de la recolección de la aceituna estén en pisos de alquiler, “dignos”, insisten.

El Ayuntamiento trabaja para construir una guardería, un nuevo hogar para el jubilado y un gimnasio, para que nadie les diga que no hay servicios públicos. A este último seguro que acuden Asunción Rodríguez, Ángeles Álvarez, Isabel Jiménez, Purificación Sánchez, Asunción Contreras y la pequeña Alejandra, todas perfectamente preparadas con su ropa deportiva, que llegan de hacer gimnasia en el polideportivo municipal y se encuentran con un vendedor de cupones de la ONCE, Domingo Pérez Linares, que dice que va a vender, por cuarta vez, el premio gordo. Mientras, en una tarde muy animada, Manuel Izquierdo, “El Boliche”, le canta a la Virgen de la Cabeza.