Joyas entre montañas de olivares

El Colegio Nuestra Señora de la Fuensanta guarda el mayor tesoro del que presumen todos los huelmenses

16 nov 2016 / 12:30 H.

El mayor tesoro de Huelma no está encerrado bajo llave. Entra y sale, cada día, del Colegio Nuestra Señora de la Fuensanta. Son joyas alegres, simpáticas y muy divertidas que en un instante pasan de escuchar atentamente una lección de historia a correr de un lado a otro para jugar al “pilla pilla”. “Me gusta mi pueblo porque tiene mucha aceituna, aunque recogerla es muy complicado por esas cuestas tan inclinadas”, dice uno de ellos. Presumen de que ven mucho la nieve y, a la vez, se quejan de que no cuaja y no pueden construir muñecos. Allí paró el autobús de Diario JAÉN, en el que pudieron comprobar cómo se hace el periódico de la provincia gracias a vídeos y material audiovisual, interactuar con tabletas electrónicas y ver las portadas de los días en los que se casaron sus padres o nacieron sus abuelos.

Empezaron los cursos de quinto y sexto de Primaria, que estuvieron acompañados por su directora, Juana María Guzmán. Y sorpresa. Cuando abrían las portadas de los años 40 y 50 y veían la fotografía de Franco, muchos no sabían quién era. En cambio, cuando escuchaban a sus profesores, enseguida lo situaban dentro de la historia de España. Huelma es un municipio que pone la guinda a las montañas de Sierra Mágina. Allí está el olivar más abrupto, salvaje y duro para trabajar. Los olivos suben en hilera hasta coronar las cimas y bajan por pendientes escarpadas. “¿Cómo cogen la aceituna?”, se pregunta el visitante que acude por primera vez.

En cambio, los huelmenses tienen muy claro que el olivar les da de comer, pero no es su tesoro. Su verdadera riqueza está en los niños y en los jóvenes. María Jesús Montes ya está jubilada, aunque durante 30 años estuvo al frente de una tienda de frutas y verduras. “El joven que se va es muy difícil que vuelva. El cierre de talleres de costura y de algunas carpinterías ha hecho que dependamos mucho más del olivar”, manifiesta. Asimismo, continúa: “Aquí vive buena gente. No somos ricos, pero tampoco carecemos de nada. Por eso, hay que intentar que los niños y los jóvenes se queden”.

Daniel González Martínez tiene 21 años. Es de Santo Domingo (República Dominicana). Llegó con 10 años y, pese a que algunos de sus allegados se han marchado, tiene claro que no se irá: “Mi madre vino aquí y se casó. Me he criado aquí y me siento huelmense”. Ahora, en ocasiones, acude al Café Bar Victoria, ya que en la puerta se producen algunas “reuniones” para hablar del futuro. “En unos días, empezaré con la aceituna. Deseo casarme y quedarme aquí para siempre. Cuando no hay jornales, cuido de los animales en el campo”, recalca. Isidoro del Moral y Jesús Grande son vecinos de negocio. El primero tiene una churrería, mientras que el segundo dirige un quiosco que se denomina “Kuman”. “Estamos esperando a que comience la campaña. Con el cierre de las carpinterías y de los talleres, existe mucho paro. Si un joven tiene estudios, resulta complicado que se quede”, confirman los dos prácticamente a dúo. Además, Isidoro del Moral añade: “Yo vendo menos cuando hay aceituna. La gente se va al campo y el pueblo se queda vacío los fines de semana, por lo que es difícil vender churros”.

Juan Morante es peluquero. Su apellido es muy taurino. Además, cuando se lo dicen, cuenta que su hijo quiere ser torero. “Hemos perdido casi cien empleos en la industria, que se notan mucho. Antes la gente se iba a la obra, a la carpintería y a los talleres. Ahora, solo queda aceituna”, narra. Arriba del pueblo, junto a la Iglesia de la Inmaculada Concepción —en la que una gran lona indica que la Cofradía de San Juan celebra su 50 aniversario—, vive Magdalena Villanueva: “En Huelma se vive muy bien. No lo cambio por nada. Si vienes en verano, nos sentamos todos en las puertas. Parece un cine. Llega mucha gente de fuera. Ahora hace más frío, pero las mujeres tenemos muchas actividades deportivas. Es un lujo estar aquí”.