Ejemplo de hermandad vecinal
Los torreños se distinguen por su carácter solidario en celebraciones como la fiesta de los jornaleros
Cae la tarde en Torres y los últimos rayos de luz reposan sobre sus empinadas calles. A pesar de que el frío de un otoño tardío ya cala, se pueden sentir oleadas de un agradable calor, ese que dejan sentir sus gentes. En el punto neurálgico del municipio, en la Plaza de España, se ven pasar parejas cogidas del brazo, familias que llegan en coche o amigos en grupo. Sus caras están cubiertas por un halo de pesar, de impotencia, de pena. Las leyes de la vida, a veces, no son justas y en el pueblo del juez más internacional de España, Baltasar Garzón, lo saben muy bien. Se celebra un nuevo funeral y en los corazones de los vecinos aún queda el lamento de otras dos muertes muy trágicas acaecidas recientemente. “Hace poco falleció un hombre con tan solo 59 años y a los días, su hijo, de 29. Fue por enfermedades, pero nos han dejado muy tocados a todos. Eran muy conocidos”, dicen los vecinos.
Con una cruz vigía sobre la población, sus habitantes aprovechan la última luz del día para disfrutar de la paz que regala el sonido del fluir del agua. Relajante, recuerda al de las calles de Lanjarón (Granada), en las que los pilares invitan a refrescar y apaciguar la sed. En la rambla que atraviesa verticalmente el pueblo, un caño del bien líquido lleva a la mente uno de los tesoros más preciados del municipio: Fuenmayor. Sin duda, un rincón para perderse entre el buen gusto de la naturaleza y del hombre.
Sentado junto a su casa, embellecida con acebuches y plantas decorativas, José se aferra a sus recuerdos después de una merecida jubilación. “Yo fui cocinero. Trabajé en los cuatro continentes”, dice, orgulloso. Cual filósofo, entregado a sus pensamientos y reflexiones, el torreño analiza la realidad de los jóvenes que residen en el lugar cuyo principal sustento es el del olivar: “La juventud no ha tenido un reloj”.
Si hay una característica que define a los vecinos de Torres es su hermandad, su solidaridad y ayuda. Una piña que hace que se distingan por celebraciones como la Fiesta de los Jornaleros. “Este año somos los Hermanos del Señor junto con otra pareja, por lo que tenemos que recaudar dinero entre los vecinos para la celebración del domingo más cercano al 20 de mayo”, explican Manuel y Juani. Se trata de una tradición en la que procesiona la imagen del Cristo Crucificado que rememora las colectas que, en otros tiempos, se hacían para ayudar a los labradores.
Unos metros más arriba, en el límite que colinda con la parte urbana y el campo, se distingue un equino inmaculado. “Tiene cuatro años y medio, se llama Rocío y es albina”, detalla su amo, el caballista Antonio Pulido, que la llena de elogios después de un paseo.
Tierra de nobles, entre su patrimonio arquitectónico destaca su iglesia del siglo XVI. La muralla del reloj se convierte en un atractivo mirador desde el que, además de tener controlado cada minuto, es sencillo dejarse llevar por las horas ante la maravillosa Mágina.
“Torres es la fusión del casco urbano con la naturaleza”, define el alcalde del municipio, Diego Montesinos, entre el griterío de los niños que juegan en la plaza. Con un censo de 1.516 habitantes, el regidor señala el “importante” déficit poblacional. “En lo que va de año ha habido 10 nacimientos y 40 defunciones”, apunta. Una realidad ante la que su equipo de Gobierno puso en marcha una ayuda al fomento de la natalidad, de forma que dan entre 700 y 1.000 euros cuando nace un niño. “A ver si la gente joven se anima”, subraya.
Dispuestos a conocer la historia de Diario JAÉN, vecinos del municipio acuden a la cita en autobús del 75 aniversario. En su interior, los torreños atienden a la explicaciones sobre su nacimiento y evolución. Otro de los grupos que no quisieron perderse la visita fueron las amigas de la asociación de bolilleras, quienes disfrutaron presumiendo de sus labores, de la salud de sus mayores y resaltaron las virtudes más reportajeadas de su Torres natal: los cerezos.