Una gran dermatóloga y humanista que nos dejó un gran legado
Doctora en Medicina especialista en Dermatología, mujer que llegó a la cumbre que todo ser humano quiere llegar. Ella lo consiguió en todas las facetas y nos dejó como desamparados como una gran médica que llegó a ser. ¡Cuántas buenas obras hizo! Es por eso que la llevamos dentro aún. Rezo muy a menudo noche y día. Ella aún vive en mi corazón. Fue una gran humanista. El legado que nos dejó es de incalculable valor y sabiduría. Es fuente donde llenar.
¡Pilar, Pilar!, desde arriba guárdanos y reconcílianos, pues aún seguimos teniendo las manos. Alcánzanos en los días de desazón y vela por tus jiennenses que te quisieron mucho. La sangre alcanza sin llamar. Una amiga que te recuerda, desde pequeñita. Desde tu cortijo a mi huerta hicimos camino de fuerte pisar para ser amigas de verdad. En el último momento de enfermedad pude comprobar su cercanía, que era captada por ambas. El dolor no cambió su preciosa sonrisa. La donaba a cada persona. Su presencia siempre fue grata. Se filtraba el cariño que la envolvía. Persona firme y clara como el agua cristalina, que supo demostrar aceptando el dolor y regalando esa hermosa sonrisa que la llenaba de su gran personalidad.
Se nos fue Pilar, un alma sensitiva y hermosa sellada de dolor pero, a la vez, fuerte, grata y con la certeza de que allí arriba la esperaba la cumbre de esta vida. Pilar gustaba de madrugar, pues antes de partir para el trabajo dejaba a su marido levantado y arreglado, ya que cayó enfermo a muy temprana edad. Partía con sus hijos hacia Jaén, donde tenía su clínica privada. Fue una buena doctora y curaba a muchas personas. Su vida fue dura en parte, ya que el trabajo le aguardaba también.
Coincidíamos muchas tardes en la Plaza Troyano Salaverry. Su padre y yo hablábamos de negocios, mientras degustábamos un rico flan. Él era campesino como yo. Me decía: “He comprado unos pavos para engordarlos y venderlos en Navidad”. Yo le comentaba que tenía todos los pisos alquilados. Él tuvo una vida digna y murió durmiendo como un ángel. Pilar supo sacarle pétalos a sus lágrimas. Una fresca lozanía acompañaba a esta preciosa y bella mujer. La envolvía una pincelada de bondad y dejaba una estela de amor por donde iba.
“A un asalariado no le importan las ovejas”, dice Jesús, “el Buen Pastor cuida de ellas”.