“Uno de los más prestigiosos botánicos”

exprofesor del Centro de
Capacitación Forestal de Cazorla
Cuando muere un amigo o ser querido, para sus familiares y amistades es una pérdida irreparable; pero cuando la dama de negro se lleva por delante a una persona joven, en plena madurez profesional y que interrumpe una importantísima labor científica sobre el patrimonio natural andaluz, la irreparable pérdida es también para todos y cada uno de los andaluces.
Conocí a Enrique Triano Muñoz hace cerca de 30 años en Carcabuey (Córdoba), siendo compañero de mi hermano José Miguel. Aunque joven, por aquella época ya era un destacado especialista en fauna silvestre. José Miguel, sin embargo, era un gran amante de la flora y el intercambio entre ambos, pronto dio sus frutos.
A partir de entonces, aunque sin olvidarse nunca de sus animales, Enrique se volcó en el estudio de la flora de la Subbética; tanto desde el punto de vista taxonómico como etnobotánico, dejándonos un importante legado en distintos libros, artículos y otras publicaciones sobre estas materias.
Fue colaborador con distintos profesores de Botánica, tanto de Andalucía como del resto de España y ha aportado sus conocimientos en la descripción de nuevas especies para “Flora Ibérica” (la publicación especializada impulsada por el Real Jardín Botánico, del CSIC de Madrid). Sin embargo, la muerte le ha sorprendido sin que terminara su obra cumbre, “Flora de Andalucía”, a la que llevaba varios años dedicado y en la que he tenido el honor de participar, aunque esta ya no es fácil que vea la luz.
Su legado científico es digno del mejor reconocimiento, especialmente cuando se trataba de una persona autodidacta que se hizo a sí misma y que nunca tuvo un sueldo por tan importante trabajo.
La comunidad científica, hace unos años, le reconoció sus aportaciones al mundo de la botánica poniendo su apellido al endemismo cordobés “Armeria trianoi”, una especie nueva para la ciencia de las muchas descubiertas por él. Yo tengo que agradecerle que, en las dos últimas décadas, fuese un colaborador de lujo en los cursos de “Flora Silvestre” que he venido coordinando en el Centro de Capacitación y Experimentación Forestal de Cazorla, por el que pasaron centenares de alumnos a los que inculcó su entusiasmo y conocimientos y respeto por las plantas. En nombre de todos ellos y en el mío propio, te damos las gracias y te decimos que tu espíritu de trabajo y tu sabiduría dejó huella en todos nosotros.
Desde luego tu figura va a seguir viva siempre entre quienes tuvimos la suerte de conocerte. Como diría Miguel Hernández, hoy tu alma colmenera pajareará por La Tiñosa, La Pandera, Cabañas o El Yelmo. También están de luto el narciso de la Nava, la lithodora de Mágina, la violeta de Cazorla y hasta el gigante pino Galapán de Segura, que tantas veces visitamos contigo. Descansa en paz, amigo Enrique.