“Un ejemplo paradigmático de un continuo trabajo por la sociedad”

02 may 2020 / 08:00 H.
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Para algunas personas la vida es un permanente compromiso. Para ellas, el mundo necesita siempre cambios y estructuras que lo encaminen hacia mejores cotas de justicia y convivencia. Y antes de ver pasar la vida desde la comodidad o la indiferencia, prefieren complicarse su propia vida en un afán de superarlo todo. En todos los ámbitos y en todas las tareas en las que son nuestras manos las que pueden cambiarlo todo.

Pilar es un ejemplo paradigmático de un continuo estar siempre trabajando por la sociedad en la que vivió. Coherente con sus ideas y su forma de entender la vida, siempre mantuvo un exquisito respeto con otros planteamientos, para sin dejar de defender los suyos, seguir manteniendo la concordia con los contrarios.

Su sensibilidad por la acción social fue siempre una de sus más nítidas manifestaciones. Sirva como ejemplo que, en su día, promovió una recogida de donativos para la construcción de la querida casa de los sin techo, “Hogar Santa Clara”, de Cáritas.

Y este último es solo un ejemplo, porque su capacidad de intervenir, implicar, y derrochar tiempo y esfuerzos en campos como la cultura, es de todos conocida.

Quería y amaba a sus seres próximos con exquisita generosidad. Para ella nunca fueron importantes las cosas materiales. Su mundo era el mundo de las ideas, de los proyectos, de los compromisos tenazmente trabajados. Pilar se nos ha ido en el silencio sobrecogedor de la pandemia que azota el mundo. No ha sido el ladino virus el que se la ha llevado. Se nos ha ido porque ya tenía agotadas todas sus fuerzas en favor de sus semejantes. Hasta el último momento, todas sus energías se han gastado para los demás.

Por su forma de actuar y su sensibilidad hacia las manifestaciones religiosas, Pilar poseía el sentido de la transcendencia. Siempre lo tuvo, y ahora habrá conocido ya que el fruto de la vida se recoge, para los valientes como ella, cuando ha entregado ya todo lo que poseía, su vida, que queda como herencia para los que tenemos que mirarnos también en ella. Ya ha alcanzado esa trascendencia que vislumbró. Esperamos encontrarnos con ella algún día, para darle las gracias que ahora, con la urgencia, no hemos podido dárselas.

Que ella nos tenga en su
corazón como nosotros queremos seguir teniendo su imperecedera presencia.

Hay un dicho popular que siempre me ha gustado: “Una persona nunca muere si perdura en la memoria de alguien”. Este pequeño homenaje familiar quiero hacerle a Pilar Palazón, porque a otros niveles —político, educativo, cultural, social— ya se lo han hecho, y me imagino que se lo seguirán realizando por todo lo que ha supuesto para la sociedad jiennense y para la ciudad. No me extraña lo de dedicarle una calle, o lo
de ponerle su nombre al Museo Íbero. Tenía una permanente ilusión de verlo terminado, ya que dedicó muchos años de su vida a él... Y muchas cosas más.

Valiéndome del alfabeto diré que Pilar Palazón era amable, bondadosa, cordial, desinteresada, elocuente, franca, generosa, hábil, indulgente, jiennense de pura cepa, luchadora, llena de ilusiones, proyectos (todo dirigido a su querido Jaén), magistral, orgullosa de sus orígenes, preocupada siempre con las personas más vulnerables (en el caso de su familia y amigos, siempre con ellos en las situaciones alegres y en las tristes), querida por todas las personas que tuvieron la suerte de conocerla, simpática y ocurrente con cualquier gansada que se comentara, tenaz, valedera en todo el sentido de la palabra, y zumbona cuando quería conseguir algo. Y podría seguir, pero ya me faltan letras
del abecedario.

A esta persona que hemos querido tanto es imposible olvidar. Pilar se ha extinguido en nuestra vida físicamente, pero nunca dejaremos de recordarla. Para mí, para nosotros, Pili no ha muerto.

Descanse en paz.

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