“Un ángel regresa al cielo”

09 dic 2015 / 08:00 H.

Querida Antoñita: ¡Estoy enfadado contigo! Tú que siempre trajiste todos tus ejercicios hechos a clase; tus redacciones, tus operaciones, tus dibujos. Te has ido sin terminar algunas de tus tareas. Te has ido sin enseñarme tu casa nueva, de la que estabas tan orgullosa y de la que yo decía, para picarte cariñosamente, que era una casa de ricos de la Moraleja. Te has ido sin que tu nieto y mi nieta jugaran juntos en el jardín de esa casa. Te has ido sin enseñarnos, a mí y a mi mujer, las maravillas monumentales de Úbeda y sin degustar su gastronomía. No hemos podido hablar, largo y tendido, de los dos años de compañeros y amigos en Magisterio; del viaje a Córdoba, de mis copias a tus exámenes de Francés, de cuando se te ponía la carita colorada cuando el profesor de dibujo te decía: —“Antonia, parece usted una manzanita”.

Nos han quedado esas y otras cosas por hablar y volver a disfrutar y vivir. A veces, a lo largo de estos cuarenta años que no nos habíamos visto, he pensado que Dios te puso en mi camino como un rubio ángel de la guarda. Tú fuiste la que me animaste para seguir en el colegio cuando estaba a punto de tirar la toalla por problemas económicos. La que convertiste mis nubarrones negros en claridad y esperanza y la que, siempre, estuviste para no dejarme volver a caer. Sin tu apoyo, quizá no hubiera podido jubilarme hace unos días en la enseñanza. Fíjate, por no darme, ni me diste tiempo para decírtelo y que te alegraras conmigo.

He sido una persona inmensamente privilegiada por haber podido hacer lo que siempre me gustó y tú, aunque no te gustara que te lo dijera, eres una parte muy importante de ese privilegio. Gracias, desde lo más profundo y sincero del corazón. Me duele el alma y noto un inmenso hueco en ella. No puedo ni imaginarme el sentimiento de tus más allegados. Pero, como soy creyente, sé que no te has ido, que mientras te recordemos estarás viva y muy viva. Sé que velarás por tu nieto, por tus hijos y familia, hazlo también por mi nieta y por nosotros los que te queremos y recordamos.

Y no es cierto que esté enfadado contigo, no podría estarlo jamás; estoy dolido, apenado y triste. Con quien estoy “algo enfadado” es con el de arriba, por haber tenido tanta prisa en que, su angelito, volviera a estar con Él. ¡Qué buen guía habrás tenido, para enseñarte todo aquello, en tu querido padre! Amiga; yo siempre te recordaré en el día que celebramos los cuarenta años de la promoción, radiante por fuera y por dentro. Y te hago solo una promesa: tu imagen se me puede borrar de la cabeza con los años, pero te tengo en el corazón con mis seres queridos, y de ahí... ni los geos te desalojan. ¡Hasta siempre compañera y, sobre todo, amiga!