“Todavía guardo todos tus libros”

Ami forzado encierro me llega la noticia de tu designación como pregonero de nuestra Semana Santa. Me alegro infinito pues lo merece tu fidelidad cofrade de tantos años y estoy seguro harás un pregón lleno de sentimiento. Enhorabuena. Un abrazo”. Este fue el último contacto que tuve contigo, tu correo, impresionantes palabras, pues anteriormente se celebró el congreso de la Santa Capilla, que con tanto cariño y esmero preparaste con tu hija Amparo, y al final Dios te puso a prueba y no pudiste ya asistir ninguno de los días que duró. Preguntaba a diario a tu mujer y tu hija y siempre me decían lo mismo, que a lo mejor podías venir a la siguiente sesión, vana fue nuestra espera, pues ya te marchaste a Madrid y no pude verte más ni hablar contigo.
Mis recuerdos se remontan a una fría noche de invierno de febrero de 1985 en que nos presentaron después de pronunciado el primer Pregón Hosanna de mi cofradía de la Borriquilla, y dejarme obnubilado con tus datos e historias sobre la cofradía en la que yo apenas llevaba un año, y que desconocía totalmente. A partir de ahí, siempre procuré seguirte y asistir a todas las conferencias y pregones tuyos, a la vez que leía ávido tus artículos en los boletines de todas las cofradías en las que escribías. Igualmente guardo como oro en paño todos tus libros, con las dedicatorias que con tanto cariño me hacías, Y lógicamente cómo olvidar las colaboraciones en “Alto Guadalquivir”, la primera vez que te entregué un trabajo y no salió, y me diste toda clase de explicaciones del porqué no había salido, porque no se podía hacer la revista de más páginas, y no porque tú no quisieras. Siempre tan educado. Desde entonces indefectiblemente me recordabas todos los años mi artículo para la revista, y sobre todo cuanto escribía de la Semana Santa de mi pueblo, Arjona, porque siempre me animabas a hacerlo y me decías que eran muy interesantes. Elogio este que viniendo de ti para mí era todo un halago, como igualmente me enorgullecía cuando me decías que le recordara a mi hijo José Francisco, que escribiera también, que te gustaba mucho lo que escribía. Qué orgullo para un padre el que tú me dijeras eso de mi hijo.
Manolo, te echaré mucho de menos en mi pregón, al igual que te eché de menos el pasado año en el de la Virgen de la Cabeza, que me prometiste que irías, y unos días antes me dijiste que tenías que marchar a Madrid a revisión. Se me hará muy largo mirar para atrás en las presentaciones de los distintos boletines y carteles y no verte, acompañado de tu inseparable mujer (ya se sabe el dicho, detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer, y en este caso es verdad) y salir corriendo de un lado a otro, por la coincidencia de horarios en la presentación de los distintos boletines. Esas charlas apresuradas sobre el contenido de dichas presentaciones. Tu fina ironía que destilabas en tus artículos sobre dicho tema. Tu sonrisa entre pícara y cachazuda, palabra esta que utilizabas mucho. Manolo, tu sapiencia sobre el mundo cofrade y de la historia de Jaén en general ha quedado huérfana, porque la verdad sabes que siempre te decía, “Manolo, de dónde sacas tanta información” cuando en un boletín hablas de corridas de toros, de la bandas de música o los regimientos militares. No quiero extenderme mucho más, el espacio es el que es, pero en mi corazón y en mis oraciones siempre te tendré presente. No en vano el último pensamiento lo tuve en el septenario de la Amargura, y pedía por ti, si no por tu recuperación, por lo menos por tu estabilidad, y al salir el amigo Luis Escalona me preguntó por ti, y le dije, “Luis las noticias que tengo son muy malas, solamente nos queda pedir por él, como nos tiene dicho”. Así que, amigo Manolo, solo me queda pedir a ese Cristo de la Expiración al que tanta devoción tenías, junto con Nuestro Padre Jesús, que te tenga reservado un sitio a su vera, ya se sabe lo que tanto hemos cantado en el septenario, “al expirar yo, valedme Señor de la Expiración.