“Te recordaré y te querré por el resto de mis días”

13 dic 2015 / 08:00 H.

Mi muy queridísimo padre, ya son cuatro las navidades que pasaré sin verte y, sin embargo, todavía no me acostumbro a tu ausencia. Parece que cuando se abre la puerta de tu casa vas a ser tú el que me recibas con tu inmensa sonrisa, con esa alegría de ver llegar a tu hija y nietos.

Cómo me hubiera gustado que conocieras a la pequeña María y cuánto te hubiera gustado conocerla, pues tú eras muy amante de tu gran familia y a todos los nuevos miembros que iban llegando los acogías con los brazos abiertos y con una nueva ilusión. Te gustaban las grandes familias y gracias a ti, que nos enseñaste a querernos tanto, seguimos unidos grandes y pequeños.

Fuiste una buena persona, para mí el mejor del mundo, buen hijo, buen hermano, buen marido, buen padre y buen abuelo y, aunque cuando las bisnietas vinieron ya estabas malito con esta terrible enfermedad que hace que nos olvidemos de quienes somos, aun así las cogías en tus brazos sonriéndole. Y también supiste quererlas, tanto que aunque eran pequeñas cuando te fuiste, no se olvidan de ti. Cuánto me hubiera gustado haberme podido despedir de ti, aunque creo que te fuiste tan rápido porque tú no eras persona de molestar nunca a nadie, y hasta ese último momento lo elegiste así. Bueno, pues seguiremos sin despedirnos, como tú quisiste que fuera, pero sí que te digo: hasta siempre, padre mío, porque nunca te olvidaré y porque te recordaré y te querré por el resto de mis días. Un beso muy grande, hasta el cielo, de tu hija.