Se ha ido con la misma sencillez con la que vivió

18 abr 2020 / 08:00 H.
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Nuestra relación con Pedro es y ha sido curiosa e intensa. Más de media vida viéndonos a diario y gestionando nuestro despacho profesional de abogados con absoluta pulcritud, discreción, máxima eficacia, etcétera, lo mismo para un roto que para un descosido. La utilidad silenciosa que parece no estar, pero que resulta imprescindible. En treinta y tantos años, salvo vacaciones y festivos, solo se ausentó del despacho cuando fue a ver a su hija, enfermera igualmente eficaz, que la sanidad inglesa contrató a falta de trabajo en su tierra. Nos lamentábamos tener a nuestras únicas hijas en ese mundo de entrega de siempre, ahora reconocido y aplaudido a las ocho de
la tarde, reconocimiento y aplausos tardíos.

Y Pedro, con la misma discreción y sencillez con la que vivió, se nos ha ido en poco tiempo, y con poco tiempo, a los 52 años, casi sin hacer ruido, abriendo la puerta de la vida eterna, con la suavidad que abría por las tardes la del despacho, cuando llegaba, para no molestar. Por no molestar, teniendo participación familiar en la funeraria La Verdad, (de Pedro López), se ha ido por causa de otra enfermedad maldita de nuestros tiempos, sin el funeral ni el entierro de su adiós, que ha impedido el virus innombrable que nos acosa y nos tiene secuestrado.

Quien lo conociese, porque era poco conocido, llevado a ello por su discreción que le hacía pasar desapercibido, ratificará cuanto digo. Un hombre bueno y útil. Lo dijo lamentándose Churchill, y Pedro con su vida le ha rememorado: “Pedro no quería ser un hombre importante sino útil”. Y Pedro era un Macgyver de la vida. Todo lo arreglaba en silencio, sin dar importancia a lo que hacía.

Que Dios lo tenga en su bufete, porque allí será útil y desde allí seguirá siendo útil para los que aquí quedamos, con su recuerdo y ejemplo de vida. Eso sí, nos deja solos a nosotros con los pleitos, con el retraso que vamos a sufrir,
ya no tendremos su ayuda,
nos queda su recuerdo de eficacia y bondad.

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