“Mujer de espíritu joven”

13 dic 2015 / 08:01 H.

Mi abuela se murió cuando quiso. Un día, ya con noventa y dos años, dijo que no hacía falta más aquí, dejó de comer por voluntad propia y en una semana se marchó. Y la verdad es que pocas cosas le quedarían por hacer. Su espíritu, siempre joven, le ayudó a salir adelante de todas las vicisitudes de la vida. María Antonia, que así se llamaba mi abuela y que por ella me llamo yo, se quedó sin madre con cinco años. Tuvo que hacerse cargo de dos hermanos pequeños hasta que su padre se casó, de nuevo, con otra mujer, Leonor, a la que ella siempre consideró su madre. Sus nuevos hermanos, la consideraban una segunda madre, de hecho la llamaban “chacha”.

Como muchas mujeres serranas, realizaba labores en el campo y se encarga del cuidado de la casa. Siempre al servicio de los demás, siempre regalaba su sonrisa. Cuando ya fue demasiado mayor para ir a la aceituna, se quedaba encargada del cuidado de los nietos y los biznietos. Aquello parecía una guardería. Más de diez primos pasábamos el día con ella. Se sacrificaba por todos, para que a su alrededor todo el mundo estuviera contento. Para mi abuelo, que era poco expresivo siempre fue el amor de su vida.

Veinticuatro años hace que ya “Mamañoña”, como cariñosamente la llamábamos todos sus nietos, ya no está con nosotros. Aquí va mi pequeño homenaje para ensalzar la figura de mi abuela ejemplo de entrega, de espíritu joven y de amor a la familia. Es un orgullo que, a veces, me comparen con ella porque, sin duda, dejó en mí el poso de afrontar la vida con cariño, con amor y con generosidad.