de tu casa de la calle Tres Morillas”

12 jul 2019 / 08:00 H.

Mi ya lejana infancia todavía huele a pan de leña y a flores del patio de tu casa, esa en la que pasé muchas horas en la calle Tres Morillas. Fueron miles la veces que toqué esa puerta en busca de mi amigo Pedro y siempre me recibía Juani con esa sonrisa y amabilidad eterna, haciéndome pasar al salón donde se encontraba la autora de tus días, la abuela Elena.

Juani se nos ha ido siendo una extraordinaria hija y una gran mujer. Recuerdo de forma clara cómo Juani se entregó y se sacrificó en cuerpo y alma al cuidado de “mama Elena” y solo cuando la abuela se marchó (una vez acariciada la centena), comenzó un nuevo periplo vital disfrutando de la vida de otra manera, ahora con absoluta entrega a su esposo y compañero Pedro y a sus cuatro hijos y, después, a queridos nietos, que dieron alegría infantil a esa casa de mis recuerdos.

Forma parte de mi infancia los relatos múltiples que me contaba la abuela Elena, quien con absoluto orgullo de todos los suyos (incluidos los míos y muy especialmente mi abuela Rosa) siempre terminaba hablando de su “Pedrín”. Y tras su cadenciosa charla llena de recuerdos antiguos (casi siempre relacionados con episodios de cuando era jóven y trabajaba en el sector hostelero de los Millán), la concluía dándole un beso a su nieto. Siempre, antes de marcharnos, sacaba su añejo monedero donde no faltaban nunca algunas monedas reservadas para su admirado “Pedrín”. Tengo esas escenas grabadas en mi mente y mi corazón mientras viva, porque forman parte de mí.

Juani se nos ha ido siendo una extraordinaria madre. Todavía tengo fresco el olor a ropa limpia de su hijo Pedrín, sus generosas meriendas en el patio de su casa a base de deliciosos bocadillos de pan recién hecho en el horno de leña de mis padres y sus paellas en el chalet en las inmediaciones del Cristo del Arroz. Sin embargo, si algo caracterizó la existencia de Juani fue su permanente y abnegada atención a los suyos y a los amigos de los suyos.

Juani se nos ha ido siendo una extraordinaria esposa. Más de 64 años compartiendo la vida y la existencia con su compañero Pedro. Primero, sufriendo en soledad sus ausencias prolongadas en carretera, pero sin perder jamás su sonrisa. Después, entregada en la logística doméstica de los suyos, casi siempre en la sombra, pero impulsando diariamente los inicios de la modesta Varysa de la Calle Maestro Cebrián (siempre con sonrisa), más tarde en el polígono de los Olivares, (también con la sonrisa, ese atributo que se convirtió en eterno en el rostro de esa mujer).

Juani, de nuevo vuelves a estar con la abuela Elena, que sepas que te has ido siendo una extraordinaria hija, madre, esposa, abuela, amiga, pero a pesar de tu ausencia y, desde aquí abajo te digo que mi infancia sigue y seguirá oliendo a pan de leña y al aroma de tu florido patio. Besos a la abuela.

Descansa en paz, amiga.