“Mi eterno agradecimiento al que fue mi profesor de Cosmología”

10 nov 2016 / 08:00 H.

El viejo refrán que dice: es de bien nacidos ser agradecidos, viene al pelo para este recuerdo al que fuera mi profesor de Filosofía. Don Manuel, te trato de “don”, aunque te hable de “tú”. Estimado don Manuel: acabo de releer dos breves pero excelentes y cálidos obituarios que te dedicaron un alumno y un amigo tuyos, de los cientos que habrás tenido en esta diócesis del Santo Reino de Jaén. El primero del alumno y compañero sacerdote, Juan Rubio, un vocacional empedernido de la pluma; el otro, del también amigo, profesor como tú, y paisano alcalaíno Francisco Martín Rosales. En cuanto a mí, ¿cómo no estar agradecido a mi profesor de Cosmología, que fue el primero que me habló de uno de mis más apreciados “santos de cabecera”, Teilhard de Chardin? ¿Cómo olvidar tu atención y respeto, a nuestras preguntas, dudas y elucubraciones de tipo intelectual?

Siempre que tus alumnos te requeríamos, nos atendías con enorme respeto y consideración. Se notaba, incluso desde lejos. Juan Rubio escribía en sus citados recuerdos de los años 70 y de la gloriosa Transición a la democracia. Yo, por mi edad, tengo recuerdos tuyos más lejanos. Segunda mitad de los años 60. Había acabado el Concilio Vaticano II. La Iglesia europea bullía de novedades, la juventud y la sociedad occidental también. Comenzaste tus años como formador y profesor del Seminario Diocesano. No se podía desaprovechar un licenciado en Sagrada Escritura, ahora se dice Teología Bíblica. Aquella licenciatura sólo se podía cursar en Roma y en Jerusalén. En Jaén sólo teníamos dos especialistas, uno de ellos, aún vive, fue miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, también canónigo de nuestra Catedral, don Domingo Muñoz León. El otro eras tú. Todo esto que te cuento lo sabes, pero eres el motivo por el cual, otros lectores más jóvenes puedan saberlo. Entre los eruditos locales, la prensa, o lo que llamábamos seglares, opino que no te prodigabas mucho, pues te centrabas en otras labores y en la preparación de tus clases en el Seminario. Yo recuerdo la buena preparación que hacías de tus clases magistrales de Historia de la Filosofía, siendo aún muy joven, así como tu casi constante sonrisa y cercanía. También tu educación exquisita y comedimiento. Era sencillez, humildad y retiro de los foros llamativos. Agradecimiento muy sincero por tu enseñanza profesoral y por el cariño que me mostraste las veces que nos saludábamos e intercambiábamos unas palabras. La última vez fue a las puertas del Sanatorio Cristo Rey, hacia 2007. Te recordé al lejano Teilhard de Chardind de la juventud, que también seguía estando presente en mi vida, por lecturas, estudios y traducciones.

Creo que tus estudios romanos de Sagrada Escritura fueron bien fructíferos en nuestros lares diocesanos. Empezaste en la enseñanza muy joven y has permanecido en ella siempre. ¡Lástima que no disfrutaras más del atardecer de la vida! Estamos en el mes de noviembre, el de los santos y los difuntos. RIP.