“Me dejaste y has dejado a una gran parte de Jaén con la boca abierta”

12 jul 2016 / 18:00 H.

María Dolores Torres Almazán. Hola, Lolilla, esposa mía y querida. Es muy difícil escribirte. Siento tanta impotencia y tristeza, que me resulta casi imposible vivir. Pero, probablemente, lo puedo hacer con la ayuda que me prestas desde el cielo al que llegarías en el momento de tu triste partida. Hoy, día 12 de julio, hace justo un mes de tu inesperada marcha después de haber participado, con toda tu ilusión y fuerzas —pues bailaste y me hiciste bailar—, en la boda de Francis, el hijo de tu buena compañera en las labores de camarera en nuestra querida cofradía, María del Carmen; y después de despedirte de Santa María de la Capilla.

Nadie nos podía decir que, tan en breve, ibas a estar en su presencia, junto a Jesús de los Descalzos, a los que esta vez ibas a ser una de sus grandes camareras en el reino eterno, para siempre y sin mandatos o nombramientos por tres años. Me dejaste, y has dejado a una gran parte de Jaén con la boca abierta e incrédulos por tu inesperada marcha ante el hecho de que, físicamente, nunca te volveremos a ver. Pero sí que te llevaremos siempre en el corazón. Sobre todo, este que te escribe, al que bautizaste hace catorce años en Granada, al sufrir el ictus, del cual me has sacado adelante con un ejemplo cristiano de cariño hacia mí, como “marido mío”. Te has ido junto con Jesús de los Descalzos y María Santísima de los Dolores a los que serviste, como camarera de nuestra querida cofradía, durante mas de veinte años, los cuales te habrán recibido y colocado junto a ellos, desde el primer momento de tu inesperada partida.

También estarás junto con toda tu familia y la mía, tu Capi y tu Juanico. Te has marchado tan pronto e inesperadamente, que no me diste tiempo de decirte todo lo que te he querido, lo que te quiero y lo que te querré, hasta que llegue el momento de que volvamos a estar juntos y reunidos de nuevo. Pero esta vez para siempre. Y, de nuevo, decirte lo súper orgulloso que me siento de haber sido, durante más de treinta años de matrimonio cristiano, tu “marido mío”.

La pena que siento, y tú bien que lo sabes, es inmensa. Pero aun así, me conforta algo: el pensar que tú, allá arriba, estarás mucho mejor que todos los que aún estamos en este valle de lágrimas.

Por eso te pido que cuides de todos nosotros. Tu lamentable pérdida para todos, pero especialmente para “marido mío”, es física, pero no espiritual, pues siempre te llevaremos en nuestro corazón, y especialmente el que te escribe, “marido mío”, que no sé cómo lo estoy haciendo, pero seguro que será con tu gran ayuda.

Me han dicho que con tu cargo de camarera abriste y te abrieron las puertas del cielo, para desde el primer momento, sin tiempos pactados, servir desinteresadamente, como lo hacías en nuestra cofradía a Jesús de los Descalzos, María Santísima de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen, los cuales te tendrán entre sus brazos desde el primer momento.

Ya terminando este pequeño recuerdo te repito que, desde allí arriba donde te encuentras, nos cuides y nos apoyes, que bien que sabes la falta que nos haces.