“La buena crianza de un gran hombre”
José Miguel Cámara Pulido. Demasiado joven se nos ha ido este marteño que hizo de la sencillez y la bondad compañeros de su existencia. Perteneció a esa trilogía de paisanos que hicieron carrera en CajaSur. Manuel Carrasco, el que fuera mejor alcalde de Martos de todos los tiempos, Antonio Rodríguez y José Miguel Cámara.
Llegaron con tesón y esfuerzo a las alturas de esa entidad, llegando a ser manos derechas del cura Castillejo, artífice mayor de la institución cordobesa.
Pero, como conocedor de su familia afirmo sin rubor que los buenos pañales en los que se crio configuraron sin duda las primeras cualidades para hacer exitosa su andadura profesional.
Excelente persona su padre, mi amigo Miguel, su suegro Manuel López y gran mujer su madre. Con esos mimbres en su crianza no es de extrañar que aquel joven que inició su camino como botones llegara a ocupar una de las direcciones generales.
Junto a él su único hermano Miguel, que ejerce la medicina en Granada también con éxito, formaron una pareja de jóvenes de los que era difícil no ser amigo o admirador de sus cualidades como personas, como estudiantes y más tarde como esposos y padres. No era persona de alharacas ni figurante presuntuoso. La sencillez le acompañó siempre y nunca gustaba de hacer apariciones que pudieran presumir afán de protagonismo. Tal vez lo único que recuerdo fue la inauguración del parque infantil, del parque de su Martos natal a la que acudió en ausencia de don Miguel Castillejo. Obra e instalaciones que fueron sufragadas por la caja cordobesa que en Martos tiene acreditada solera y unas cuantas obras sociales en su haber.
En la actualidad prejubilado, esperaba alcanzar en breve la edad reglamentaria para disfrutar plenamente de esa condición. Cuidaba su salud, ya que había tenido problemas con ese órgano motor que en personas de su calidad y amor a lo que le era cercano debería ser propenso a emociones. Y ese corazón sensible le ha debido jugar el último envite. Me uno al dolor de cuantos le querían. Y para Carmen, su esposa, y sus hijas, Marta y Macarena, un fuerte abrazo.
Debe serviros de consuelo, en estas horas tristes, la certeza de que era un gran hombre que será recordado por mucho tiempo. El hombre se va, pero la huella queda.