“Has dejado una huella imborrable en la Sierra de Segura”

03 nov 2016 / 08:00 H.

El pasado 22 de octubre nos dejaba Antonio Mora, quedando un hueco irremplazable en la Semana Santa de Orcera y en la cultura de la Sierra de Segura, tras sus muchos años de profesor de enseñanza en el colegio público San Blas de La Puerta.

Como vecino, durante muchos años, de Antonio Mora y de su hermana Juani, me vienen miles de recuerdos de mi más tierna infancia.

Aunque Antonio ejercía su labor docente en La Puerta de Segura, la mayor parte del día lo pasaba en su casa realizando trabajos de marquetería, que era su gran pasión.

Recuerdo como si fuera ayer cuando me dejó varios álbumes con fotos antiguas de Orcera para un pequeño proyecto de recuperación de fotos y elementos de la cultura tradicional de la Sierra de Segura. Ahí fue donde me enseñó su casa y pude observar maravillado aquellos muebles, íntegramente hechos en marquetería, que te trasladaban mentalmente los grandes palacios del barroco europeo. La Semana Santa de Orcera fue otra de sus pasiones. Era acercarse estas fechas y la Cofradía de la Expiración se ponía en marcha repasando los farolillos de marquetería de Antonio, que de un año para otro se desajustaban o entregaban los nuevos a los cofrades que se estrenaban.

Era un ir y venir mientras que con toda prisa se probaban las bombillas y aquellas pilas Cegasa de petaca. Con el paso de los años aquel paso de la Expiración se fue adornado con sus labores en madera hasta convertirse en uno de los pasos más bonitos de la Semana Santa de Orcera, y quizás de la Sierra. Este tipo de recuerdos son los que siempre te vienen a la cabeza cuando alguien tan representativo se va, recordando irremediablemente también a otras figuras que ya no están y de las que hemos notado e, incluso, padecido su ausencia, como es el caso del añorado Santiago González Santoro. A modo de homenaje y reconocimiento me he permitido el lujo de pedir a su familia algunos datos sobre la vida de Antonio como recuerdo y como muestra de respeto a esas personas que han marcado a varias generaciones de alumnos en la Puerta de Segura y que ha contribuido de una manera tan importante a la tradición de la Semana Santa en Orcera.

Antonio nació en Úbeda, el 10 de abril de 1936, aunque la mayor parte de su vida como estudiante transcurrió en Orcera, donde estudió por libre el Bachillerato para examinarse en Linares y obtener el título. Gracias a su capacidad para el estudio estuvo becado en el colegio Divino Maestro de Madrid y asistió a clase en la Escuela Normal de Magisterio. Posiblemente, ahí nació su pasión por la marquetería ya que siempre recordaba a modo de anécdota que el dinero necesario para sus gastos personales lo obtenía haciendo los trabajos de marquetería de otros alumnos por lo que podía costearse el cine, el tabaco y alguna caña de cerveza.

Debido a sus buenas notas el mismo colegio le ofreció una plaza de maestro en el colegio jesuita de San José de Valladolid donde ejerció durante dos años de los que siempre habló con especial cariño. Sin duda eran otros tiempos y de forma interina llegó a sustituir a su padre que ejercía el magisterio en Moraleja de Enmedio.

Tras aprobar las oposiciones, dio clase en Mengíbar, en Castellar y en Orcera para terminar con su destino definitivo en el colegio San Blas de La Puerta de Segura donde se especializó en Matemáticas. Tal fue su vocación por la Enseñanza que al llegar a la edad de jubilación pidió prorrogar dos años más su labor docente pese a sus delicados problemas de salud. Quizás eso fue lo que marcó su vida y pese a la enfermedad colaboró en muchas actividades como la búsqueda de fósiles o los bolos serranos. Los fósiles que todos los niños de Orcera hemos visto en la barra del bar de Amurjo son de los que buscaba Antonio Mora junto a otros vecinos. Durante el verano aprovechaba la piscina de Amurjo, como otros muchos vecinos, quizás para aprovechar los beneficios de la natación para su delicada salud. Fue pregonero de las Fiestas de la Asunción aunque lo más significativo de esta etapa es que, tras jubilarse, se dedicó a la marquetería, su gran pasión. Y es de esta época cuando se realizaron los trabajos en la Cofradía del Cristo de la Expiración y en otras, siempre de forma desinteresada en ese afán de colaborar y aportar su granito de arena a la sociedad orcereña.