“Fuiste un magnífico esposo, padre y abuelo”

14 ene 2017 / 08:00 H.

Querido Chico, apelativo cariñoso con el que yo me dirigía a ti, Pepe Ezquerro para todo el mundo.

He decidido publicar esta carta en el periódico porque tu trayectoria personal a lo largo de tu vida debe ser recordada por todos los que te conocían y querían y, además, que el resto del mundo sepa que aún en los tiempos que vivimos hay personas como tú: bueno, generoso, humilde, sencillo. Tu sola presencia era un bálsamo para nosotros. Atendías a todos los que te pedían ayuda, consejo, con gran amabilidad y autenticidad. De todo lo que he vivido junto a ti quisiera extraer los mejores momentos, pero me es imposible porque todo ha sido extraordinario.

Para mí eras testimonio, alegría, liberación, mi palestra de felicidad. Nuestro amor ha sido puro, gratuito, absoluto, todo esto ha hecho que nuestra unión fuera perfecta; hasta las cosas más insignificantes las vivíamos a lo grande.

Chico, echo de menos tu presencia, tu protección, tu mirada, tu amor. Contigo se fue mi sonrisa y mi alegría y también esa energía que cada día me llevaba a luchar por lo que más quería. Te has ido demasiado pronto y todavía nos hacías mucha falta. Yo continuaré por el mismo camino que siempre nos marcamos. Lo extraordinario se encuentra precisamente en aquella limpidez, claridad, sencillez, cualidades todas que emergen como puntos fuertes en tu vida.

Has sido un gran compañero, padre y abuelo. Nuestros hijos y nietos los tenías en el más alto pódium, sin olvidar a nuestra familia que ocupaba un lugar muy importante en tu corazón. Y para mí no tenías títulos, notas, escalafón. Eras lo más grande. Me has tenido entre algodones, pero me satisface pensar que fuiste totalmente correspondido.

No puedo olvidar que fuiste un gran maestro, profesión que ejerciste con verdadera vocación. Tu magistral profesionalidad hizo que fueras muy querido por padres, alumnos y compañeros. En tu lecho de muerte se reveló tu gran capacidad de soportar y sufrir, fortalecida por el cariño que recibías de todos los que estábamos a tu alrededor. Como sé que estas gozando de la presencia de Dios, intercede por nosotros y por todos los que tuvieron la suerte de conocerte. Ahora quiero detener el tiempo elucubrando qué ha pasado con nuestras vidas, pero la respuesta es desoladora. Por último, quiero decirte que eras una persona cercana a todo el mundo, que en tu vida te has sabido despojar de todo lo superficial y accesorio y que tu talante de paz y tu ternura han hecho de ti el primero después del único. Te quiero.