El recuerdo de la Humanidad andante

12 jun 2019 / 08:00 H.

E stos días atrás las redes sociales me recordaban que era su cumpleaños, 66. El primer impulso fue felicitarla. Pero ella no está, hace un mes que nos dejó. Cuando me enteré de la muerte de mi amiga Toñi, me dio un vuelco el corazón, el mismo órgano que le arrebató la vida al no poder superar una intervención coronaria. He sentido enormemente la pérdida de Antonia Collado Espinosa, que era muy joven aún y hace poco hablábamos de proyectos y tenía intactas sus ganas de luchar en el terreno en el que se ha movido toda su vida, la solidaridad, la ayuda a los demás. Solía decirle que la suya era una actitud parecida a la de una persona “expropiada” por utilidad pública, porque era una guerrera, una militante ciudadana comprometida como pocas, que llamó a todas las puertas donde se hacía necesario, nunca pedir para ella, siempre para hacerlo en nombre de colectivos o personas vulnerables o con necesidades de apoyo. Podría contar decenas de anécdotas relacionadas con el personaje, pero lo resumiré diciendo que Toñi era la humanidad andante, alguien irrepetible, que por sus obras se hizo acreedora al cariño de todo Jaén, y así se lo demostraron tantos amigos, beneficiarios y conocidos, en el último adiós multitudinario celebrado el día 5 de mayo pasado, y expresar su pésame a la familia, su hermana y sobrinos, que han recogido desde entonces las muestras de cariño y afecto de quien tan buena siembra hizo en vida.

Conocía a Antonia desde casi toda mi vida profesional, pero intimamos a raíz de que durante mucho tiempo todos los domingos coincidíamos en la misa de diez de la Catedral. Teníamos algo en común y la buena de Toñi se sentó un día a mi lado después de la celebración eucarística y me interpeló sobre la situación de Jaén, al tiempo que me hizo una pregunta que cuando la recuerdo me sigue produciendo cierta perplejidad: ¿Por qué no te presentas para alcalde de Jaén? Eso indica que me tenía en alto aprecio, pero yo le contesté que si servía para algo, y no mucho, era para contar historias, y me sentía plenamente realizado en mi trabajo de periodista. Después de aquello, que puede hacer ya casi veinte años, hemos hablado mucho de la política, la general y especialmente la local, y era generosa en la valoración de los responsables públicos, porque Toñi era ante todo y sobre todo una buenísima persona y una jiennense ejemplar, no lo digo ahora que se ha ido sino porque lo siento y se lo dije a ella muchas veces. Me cabe esa profunda satisfacción, le pude decir repetidamente que era un ángel de la guarda de Jaén, por eso ha dejado a tantas personas y colectivos profundamente agradecidos.

En los encuentros en la calle, pero especialmente en la cantidad de ocasiones en que nos citamos expresamente para dialogar, me hizo confidencias, sentí como propia la ilusión que le hizo crear, no sin sortear dificultades, la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer “La Estrella”, que ha sido su obra cumbre, a la que ha dedicado sus mejores años y a la que se entregó por entero hasta conseguir los servicios que precisaban los enfermos y las familias. Esta jabata no se rendía fácilmente, cualquier iniciativa le costaba visitas a los centros oficiales donde se adoptan las decisiones y se conceden las ayudas, pero no he visto nunca a una dirigente asociativa más persistente y capaz con tal de atender a enfermos que gracias a su carisma y su buen hacer encontraron una respuesta de dignidad para un problema de salud muy especial como es el alzhéimer.

Pero Antonia Collado ha hecho muchas más cosas en su provechosa vida, siempre en el campo asociativo y de la solidaridad, su hombro ha estado dispuesto a empujar en cualquier iniciativa noble. Era una mujer abierta, siempre con la sonrisa en los labios, pero cuando defendía los intereses de los más débiles, cuando hablaba en nombre de los sin voz, se armaba de valor y era reivindicativa y exigente, gracias a lo cual consiguió abrir muchos caminos de esperanza.

Y era un personaje enormemente popular, conocida y querida. De estas personas que por su ejemplo, por lo que se dan a los demás sin pedir nada a cambio y desde una actitud humilde, van recogiendo lo que siembran. A Toñi le tenía un gran cariño, y me consta que era recíproco. Ella amaba a Jaén y le dolía Jaén. Nos va a quedar para siempre su recuerdo, el de una mujer pequeña de estatura pero grande, muy grande, por su actitud permanente de servicio y de buena vecindad. Como escribe el autor británico J. M. Barrie: “Nunca digo adiós, porque un adiós significa irse e irse significa olvidar”. Y olvidarte, eso nunca. Ahora ya debe estar disfrutando de la luz maravillosa de ese Cristo Resucitado al que tantas veces hemos implorado juntos. Querida amiga Toñi, descansa en la paz del Señor.

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