“El olor a naranjo, las moñas de jazmín...”

04 may 2020 / 08:00 H.
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El olor a naranjo, las moñas de jazmín, las galletas untadas con mantequilla, el pan con aceite y azúcar.

Los abrazos al salir de la guarde, subir la cuesta de la mano, echar el pestillo, abrir el horno (siempre lleno para tus glotones).

Las escaleras y el patio, mil subidas y bajadas, miles de aventuras que siempre preparabas.

Ordenar la despensa, hacer jabón, secar los pimientos, regar con la manguera, arreglar los hilos, las tardes de telenovela, arreglar la erilla y coger hierbabuena.

Los bartolos en el horno, los macarrones con chorizo, el potaje de habas y berenjenas, el bizcocho de manzana y un millón de magdalenas.

Bajar a por huevos, bajar a la Antoñita, los bombones helados en la pescadería, llevarle la virgen a la vecina.

Subirme al limonero y decirme que no me alzara que me quedara en cuclilla, subir a tender a la terraza, encontrar tesoros escondidos en la casilla.

Los “buenos días Paquita” del loro Ramón y las buenas noches de patio a tomar el fresco.

Los veranos de campo, limpiar la piscina, coger leña, las uñas de gato, las plantas, los pinos, el olor a migas en la cocina.

Entrar sin llamar y sorprenderte en la cocina. Entrar sin llamar y encontrarte siempre entretenida. Entrar sin llamar, porque tu casa era la mía.

Los días de sofá, pintarte las uñas, agarrar tu pelo con horquillas, siempre presumida. Las noches de hospital, abrazarte hasta que te quedaras dormida.

Los paseos de Cazorla, los desayunos y meriendas a deshoras, tu mano a la verita mía, las risas cuando te dejé sin braguitas.

Los bailes y cantares sin vergüenzas, las cenas-meriendas, otro millón de magdalenas.

Los paseos, cuántos paseos...las conversaciones sin sentido, los cantes, tu mano, siempre tu mano y otro mi

llón de magdalenas.

Millones de recuerdos que no están en tu cabeza, pero Abue, qué suerte la tuya que tienes mil cabezas...que en nosotros albergan todos los recuerdos que ésta maldita enfermedad no te ha dejado guardar.

Te has ido sin jaleo, cuando tu casa siempre era ruido, te has ido en el peor momento, te has ido sin darte cuenta, sin el poder decirte, sin el poder despedirte, la vida no te ha dejado irte con jaleo... pero nos has dejado el mejor regalo, los millones de recuerdos. Aquí siguen tus mil cabezas.

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