“Compartimos profesión y afición: Va por ti, maestro”

20 abr 2017 / 08:00 H.

Aprendí mucho de él cuando me iniciaba en esto de intentar juntar letras lo mejor posible para informar, formar y entretener a los demás. Compartíamos profesión y aficiones, tanto los toros como el deporte, por lo que siempre lo vi como un “maestro” en esto de contar una corrida o un partido de lo que fuera. Su voz era inconfundible y sus conocidas frases de saludo y despedida en sus programas de Radio Jaén también se me quedaron grabadas: “Queridos amigos deportistas”, solía comenzar. “Que tengan un maravilloso día”, era su despedida habitual.

Fue competencia en el trabajo de la pluma, porque colaboraba con el “eterno rival” periodístico, pero entre nosotros nunca existió tal rivalidad. Siempre lo tuve ahí para ayudarme a recordar un gol del Real Jaén en los gloriosos años finales de la década de los 50 o un pase inolvidable de “Carnicerito de Úbeda” o un par de banderillas de “Morenito de Jaén”, que me servían como anillo al dedo para mis torpes crónicas de crítico joven atrevido, pero ingenuo a la vez.

Siempre lo recordaré con su gabardina y esa voz grave y serena que imponía cada vez que intervenía en los corrillos de compañeros de profesión que formábamos en los patios de cuadrillas de las plazas de toros jiennenses o en aquellos vetustos vestuarios del añorado estadio de La Victoria.

No había entonces ni salas ni ruedas de prensa, sino que cada uno nos buscábamos la vida para conseguir unas declaraciones del goleador de aquella tarde o del triunfador mientras salía a hombros. Y teníamos que hacer virguerías para conseguirlas, porque no era nada fácil enfrentarse a esos aficionados taurinos enloquecidos o ultras cabreados con sus jugadores, para sacarle unas palabras a los entrevistados. Lo que no compartíamos era gustos taurinos, porque él era más seguidor de los toreros, lo que se llama “toreristas”, y yo sigo siendo un “torista” acérrimo que miro más en los carteles el nombre de las ganaderías que de los diestros. Pero a pesar de ello nos llevábamos genial y siempre respeto su mayor sabiduría y experiencia en el arte de “Cuchares”.

Me encantaban las anécdotas que solía contar, porque eran un filón de conocimientos que luego me han venido genial en mi profesión. Por todo ello, amigo y compañero Ángel, no podía agradecerte de otra forma tu trato y ayuda mientras estuviste por aquí que con este humilde artículo, que espero sea de tu agrado, lo que para mí es un gran orgullo. Va por ti, “maestro”.