“A tu lado, amigo mío, no existía la pena”

22 feb 2016 / 08:00 H.

Mi querido amigo Juan. Tu marcha ha sido inesperada y todavía me cuesta creer lo que sucedió. Sueño contigo casi todas las noches y es que has dejado un vacío muy grande entre todos los que te queríamos. Te conozco desde que naciste, ya que fuimos vecinos en el Cortijo de los Cáliz, y tu padre era aparcero mío con las bestias. Luego nos vinimos a Fuensanta a vivir y, desde siempre, hemos sido grandes amigos, además de familia, puesto que mi mujer, María, es prima de la tuya, Amparo.

Los paseos hasta el mediodía por la Fuente de la Negra y los caminos hasta la Fuente de los Hornos ya no son lo mismo sin ti. Eras muy buena persona, no tenías maldad para nadie, y te hacías de querer. Todos te recordamos por tu sonrisa. Te preocupabas mucho por los tuyos y sobre todo te gustaba cuidar mucho de las personas mayores. Tampoco puedo olvidarme del día de antes de tu muerte, ya que estuvimos juntos, paseando y sentados en un banco y, como siempre, reíamos con las bromas que hacías. A tu lado, amigo mío, no existía la pena, ya que todo era alegría. Dos días antes de que nos dijeras “adiós para siempre” también hicimos un viaje muy especial. Fuimos a Ventas del Carrizal (Castillo de Locubín) y visitamos la tumba del “santo Manuel”. Fue un viaje que me gustó mucho compartir contigo y con otro amigo.

Por tus nietos, Juan, tenías pasión y, en especial, por Abraham, al que has criado. Todos los días me hablabas de ellos y estoy seguro que, desde allí arriba, donde nos volveremos a ver algún día, los protegerás.