Una fiesta auténtica y entrañable

No hay nada más arquillero que San Antón. Aunque el viejo eremita no es santo de devoción exclusiva de Arquillos, lo cierto es que me atrevería a decir que habrá pocos lugares donde su identidad esté tan vinculada con el amor que por este santo se tiene en nuestro pueblo. Su nombre está presente en numerosos establecimientos comerciales, en asociaciones y, cómo no, en la fiesta principal que celebramos ahora en el aceitunero y gélido enero. La importancia de la devoción por San Antón tiene como fecha fundamental el año 1885, cuando España se veía asolada por una terrible epidemia de cólera que causaba numerosas víctimas, muy especialmente en el ámbito provincial. Fue entonces cuando el alcalde, en su nombre y en el de todos sus convecinos, pidió la intercesión del santo (cuya imagen existía en la localidad desde antes de la fundación oficial de la misma, dentro del proyecto ilustrado de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, pues se ubicaba en un antiguo oratorio jesuita, incluido posteriormente en el edificio parroquial, en el que, como decimos, se hallaba la imagen), ofreciendo en su nombre y en el de todos los arquilleros, hacer ayuno y abstinencia de por vida en la víspera de la celebración de su fiesta canónica. Es esta la conocida y singular Renovación del Voto, realizada desde entonces por todos los regidores, durante la cual, el alcalde, de rodillas ante la imagen del patrón, lee el voto que le vincula a él y al pueblo. No es esta Renovación del Voto la única singularidad de las fiestas “sanantoneras”, pues no se entienden las mismas sin la profusión de explosiones de cohetes diaria y a cada hora (sobre todo durante la procesión de la tarde del 17 de enero, precediendo al santo, a nuestro querido “abuelete”), y menos aún sin la figura más original de la fiesta, verdadero tesoro del folklore provincial: El Pelotero. Es este personaje la representación del demonio que tentara en el desierto a San Antón, y que en Arquillos se encarna tradicionalmente en un promitente, ataviado con un traje blanco con caperuza, decorado con borlas rojas a modo de pompones (vestimenta custodiada desde antaño por la misma familia, descendientes directos de colonos fundadores), armado con un largo palo del que pende una cuerda rematada por una suela de esparto. La misión de El Pelotero (que por cierto está exento de cumplir con la promesa de ayuno y abstinencia, y bien que lo demuestra en numerosas ocasiones) es reproducir las tentaciones a San Antón, pero esta vez dirigidas al público en general, con especial interés en la chiquillería, a quien ofrece golosinas y chucherías; cuando alguno se acerca a cogerlas, se arriesga a recibir un alpargatazo como “premio” por su atrevimiento, generando así auténticas estrategias colectivas encaminadas a obtener el botín sin recibir el castigo avisado. Para concluir con las singularidades, una más: no hay una sola procesión en San Antón, sino dos, pues el día 18 se celebra el conocido “Sanantonillo”, con un trayecto más corto, promovida esta procesión por la Hermandad de San Antonio Abad, a diferencia de la primera, de carácter más municipal, pues además nuestro patrón es “Alcalde Honorario y Perpetuo” de Arquillos desde el 17 de agosto de 2007, fecha que coincidió con la ya arraigada fiesta del “San Antón de verano”, procesión realizada para los devotos que se dan cita en verano y que son principalmente arquilleros que tuvieron que emigrar y que así tienen la oportunidad de estar junto a su San Antón en unas fechas más propicias para compaginar con el calendario laboral. Y es que la fiesta en Arquillos es así de auténtica y entrañable, acompañada por algún que otro pericón, tan arquillero, dando continuidad, que no tanto inicio, al calendario litúrgico local, pues baste recordar que “en Arquillos Pascual son hasta el día de San Antón”.