Una devoción centenaria

La llegada del lienzo del Cristo de Burgos a la pequeña aldea de Cabra se remonta al siglo XVII

19 ene 2019 / 11:04 H.

A priori, hemos de señalar que en esta ciudad, la denominación más común es la primera, e igualmente, nunca jamás se ha hecho distinción alguna entre la copia de aquí y el original de la ciudad castellana —al que algunos grabadores tomaron por modelo a la hora de realizar sus estampas que, a partir de Cabra, se difundirían por Andalucía—. Igualmente, en toda la documentación oficial siempre se le denominó como Santo Cristo de Burgos. La segunda advocación (Cristo de Cabrilla), mucho más localista, en cambio sí tuvo antaño un fuerte arraigo en el ámbito rural, popular y cofradiero, tanto en este lugar, como fuera de él, por la gran incidencia que tuvo su devoción en estos sectores.

Fue un hecho accidental el que hizo que, en la víspera del veinte de enero de 1637, llegara a esta pequeña aldea de pastores una copia en pintura del Cristo de Burgos. El relato de los hechos, que sacarían a este lugar del anonimato para convertirlo en un afamado y concurrido santuario de peregrinaciones, debido a su carácter tan extraordinario, fue recogido por numerosos medios y personalidades, en gran medida coincidentes en su narración. No obstante, en esta ocasión seguiremos al carmelita descalzo, Fray Antonio de Jesús María, quien en su biografía del Cardenal Moscoso y Sandoval —era obispo de Jaén cuando ocurrieron los hechos—, le dedica un largo capítulo, siguiendo, como él mismo afirma, el escrito que, de su puño y letra, le había facilitado el noble burgalés Jerónimo de Sanvítores y de la Portilla, legítimo propietario del lienzo.

Jerónimo, como legítimo propietario del cuadro y con el apoyo de la ciudad de Guadix, pide al Nuncio su devolución, aunque ya recibía multitudinario culto en su iglesia parroquial. Sin embargo, aquí entra en juego la feliz y eficaz intervención de dos grandes personajes: por un lado, el obispo de Jaén, cardenal Baltasar de Moscoso y Sandoval, y por otro el prior de la villa, el doctor Palomino de Ledesma y Aguilar, especialmente éste, pues guiado por motivaciones religiosas —a partir de aquí será un gran devoto del Cristo de Burgos— y quizás también pensando en los posibles beneficios de tipo económico que la permanencia en su priorato de tan nombrado Cristo le pudieran reportar, negoció hábil y sutilmente entre unos y otros. El resultado de su gestión es que, el 14 de septiembre de dicho año, Jerónimo de Sanvítores, donó a la iglesia de Cabra el lienzo.

En el antiguo Reino de Jaén, al que siempre perteneció esta ciudad, la devoción al Cristo de Cabrilla tuvo una gran difusión. Está probado que hubo cofradía en Jaén capital, donde paralelamente también se veneró con la otra advocación de Cristo de San Agustín, en Albánchez de Úbeda (hoy de Mágina), Mancha Real, Andújar (con sede en el antiguo convento de las Capuchinas), Torres, Jimena, etcétera. Especial significación tuvo la devoción en Úbeda, no en balde, Cabrilla, hasta 1659 dependerá de su Concejo, agrupando la cofradía.

(*) Cronista oficial