Un municipio renacentista
Sabiote mantiene sus murallas en un estado de conservación magnífico y envidiable
Aconsejo ir a Sabiote, llegar resulta algo más difícil por una nefasta señalización en la carretera que vertebra la zona, aún y con ello, hay que ir, no debe ser un hándicap que alguien parezca tener empeño en poner palos a la rueda para que algunos piensen que el Renacimiento se acaba en Úbeda.
Hay que arribar a Sabiote con un gran hueco en la mente que poder llenar, con capacidad para sorprenderse y con la firme intención de estar dispuesto a dejarse seducir. En el punto más alto de la comarca de La Loma, cual faro instalado en el lugar preciso para dejarse ver por todo marinero que transita por el mar de olivos, se abraza al terreno una de las villas medievales y renacentistas más importante de Andalucía. Vale la pena olvidarse de todo y dejarse llevar por las sensaciones de un paseo por su entramado de calles, mirar, oír el murmullo del aire y olfatear la esencia de los jazmines y los geranios, hacer del paseo puro deleite sensorial.
Conserva casi intacta, en unas condiciones magníficas, una muralla, fiel guarda y custodia de la ciudad intramuros que nada ha de envidiar a cualquier asentamiento amurallado del mundo. Dentro de esa gran línea defensiva con sus lienzos de excelente piedra, sus torres, sus barbacanas, el tiempo pareciese haberse detenido en el Medievo y el Renacimiento. Todas sus calles están llenas de casas palacio, construcciones civiles e incluso conserva casi intacto el Barrio del Antiguo Albaicín. Bajar por la calle San Miguel, desembocar de pronto, como salida de la nada, en la Plaza de Alonso Vandelvira, con su fuente central rodeada de edificios que pareciesen construidos, por su estado de conservación, ayer mismo es un exquisito bocado visual, los dos mesones, el Nuevo y el Viejo, la Mansión de los Teruel y la espectacular y vandelvirana Iglesia de San Pedro. Un paseo sereno, pausado, por la Travesía Pineda Molina y Blas Poyatos será como sentirnos caballeros, hidalgos y comerciantes de siglos pasados. No queda ni un espacio libre entre fachadas de piedra, escudos y portadas que no nos sugieran haber viajado en el tiempo.
Hay innumerables formas de ver Sabiote, quizá infinitas, y rutas variadas. Yo les propongo salir de la muralla por el Arco Nuevo, detenerse en el Mirador del Chiringote, dejar volar la imaginación, dejarse atrapar por las vistas al Condado.
Atravesar la Ronda de los Miradores nos permite contemplar la muralla desde mucho más debajo de sus propios cimientos, con perspectiva; quizá es este punto desde donde se comprende mejor la belleza y la enormidad de la construcción.
Enseguida llegaremos a las faldas del Castillo. En la parte más baja de la recién remozada Cuesta de los Burros una cadena de fuentes da idea del gran arraigo árabe de la villa. Estos caños de agua, no solo abastecían a personas y animales, también regaban huertos en bancales de los cuales, aún hoy, algunos están en explotación. Una pequeña escultura de Santa Teresa en una de las fuentes conmemora el paso de la Santa por estas tierras.
Llego a la misma puerta del Castillo, y sin siquiera pasar el puente que salva el foso, entiendo que López de los Cobos lo comprase y lo ampliara. El sitio es único, un castillo fortaleza que domina cientos de kilómetros a la redonda. López de los Cobos, persona con un poder incalculable y un refinado gusto por los aires renacentistas que venían de Italia, hizo de su residencia palaciega todo un ejemplo de buen gusto y exquisito equilibrio arquitectónico y escultural. Solo una pincelada más, subir a los aposentos de la señora, sentarse en bancos de piedra esculpidos junto al ventanal y abstraerse con el paisaje que tapiza todo hasta el horizonte es obligado, y si hay tiempo y paciencia, puedo dar fe de un atardecer como pocos encontrarán.
Se podría escribir todo un libro con lo mucho y bueno de la monumental Sabiote —cuesta entender que quedase al margen del expediente para la Declaración de Úbeda y Baeza como Ciudades Patrimonio de la Humanidad— y no es este el sitio, pero si es para ensalzar lo mejor que tiene esta villa, sus gentes. Sabiote es Vandelvira, López de los Cobos, Renacimiento, es San Juan de la Cruz y Santa Teresa, pero sobre todo es paisanaje. Son los sabioteños gente orgullosa de su pasado, muy trabajadores y tremendamente hospitalarios. Sin esa idiosincracia, ese carácter único de sus vecinos, quizá no sería posible el estado de conservación de su monumentalidad, para ellos conservar es poner en valor, ante los ojos de todos, quienes fueron y dónde se hunden sus raíces. Tierra de personas muy trabajadoras y mujeres de una belleza singular. Un tapiz humano que enamora, en el más profundo, y sagrado sentido de la palabra, a todo aquel que llega con el corazón abierto y permeable al calor humano.
Ahora están de fiestas, el mejor de los momentos para hacer una visita. Debiera venir en todas y cada una de las guías de viaje, para llenarse , sin duda, de cultura, y también de gastronomía, ochios mandan; para fundirse en el caudal de alegría que recorre las calles sabioteñas, para dejarse llevar ante la atenta mirada de un Vandelvira que durante las fiestas en honor a San Ginés de la Jara pasea entre el gentío, invisible a nuestra vista pero perceptible en el ambiente.
Ante cualquier duda busquen al “Alcayde” de la Villa, no le dolerán prendas ni se rasgará los jirones por atenderlos, pues es un vecino más.