Dos ciudades hermanas que son patrimonio de toda la humanidad
Úbeda y Baeza, Baeza y Úbeda, tanto monta, monta tanto. Orgullosas, presumidas, siempre rivalizando entre sí y al mismo entendiéndose, las dos señoras de la comarca de La Loma, indispensables para entender la historia de Jaén, siempre situadas en el mapa de España y más allá por su papel clave, por ser tierra de frontera y de nobleza, pujantes municipios que, además, son bellísimos. Si Baeza es la Salamanca andaluza, por su historia universitaria de siglos y su aire a capital castellanoleonesa, Úbeda parece transportada piedra a piedra desde la Toscana italiana y, lo más curioso, es que podrían intercambiarse los piropos y nadie se daría cuenta. Con sus ochíos, panes con pimentón que nacieron en una u otra ciudad depende de dónde sea el vecino que se los coma, sus inmensas semanas santas, con más procesiones que la capital, con la que Baeza comparte catedral, fruto de su tiempo como primera ciudad del Santo Reino y sede de su obispado. La Úbeda contemporánea tiene a su canalla Joaquín Sabina y a su Premio Príncipe de Asturias, Antonio Muñoz Molina; la Baeza de antes de la Guerra Civil adoptó a Antonio Machado, que dio clase en un instituto centenario, en el que estudiaron el juez Baltasar Garzón, por citar a algún ilustre alumno; las piedras baezanas ya eran turísticas cuando las visitó Federico García Lorca, que les dedicó una poesía; los baezanos tienen a sus poperos, que así toquen en Berlín o en Lugo siempre se presentan: “Hola somos Supersubmarina y somos de Baeza” y, en Úbeda, los “bluseros salidos del pantano”, que son Guadalupe Plata, marcaron en su revolver la muesca de haber sido aplaudidos en Estados Unidos. Lugar de paso de santos y doctores de la iglesia, con políticos que siempre se salen de su ayuntamiento por su buen hacer o fábricas de hacer guardias civiles, así son Baeza y Úbeda, donde también hace un frío terrible, que, para colmo, se echa de menos cuando no se tiene, igual que la niebla baezana o los cerros ubetenses. Por todo eso y por su simpar arquitectura, donde el genial Vandelvira y otros maestros dejaron lo mejor de sí, son, desde 2003 y por fin, Patrimonio de la Humanidad, como la Muralla China o el Taj Mahal, incluídas en una exclusiva lista de lugares únicos en España; dos ejemplos de lo única que es Jaén.