La azarosa vida del primer aventurero de Sierra Morena

El bávaro Johann Kaspar von Thürriegel, que trajo unos 8.000 colonos, fue clave en la fundación de las Nuevas Poblaciones

11 ago 2016 / 10:30 H.

Carboneros comienza la cuenta atrás para la conmemoración del 250 aniversario de su fundación, y por ende de la fundación de todas las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, la Tierra de Olavidia con la que los ilustrados de Carlos III soñaron en 1767 una sociedad modelo de agricultores y ganaderos.

De entre todos los personajes que dieron lugar a este proyecto nos vamos a detener en la azarosa vida de Johann Kaspar von Thürriegel, aquel aventurero bávaro que por 326 reales cada uno se comprometió a traer 6.000 colonos centroeuropeos, que en realidad fueron casi 8.000.

Tres meses antes de que el rey Carlos III promulgara el Fuero que daba lugar a la fundación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, cuyo 250 aniversario conmemoramos el próximo año, tuvo lugar el 2 de abril de 1767 —el mismo día que por una real pragmática se expulsaban a seis mil jesuitas de España—, la aprobación por el mismo rey del pliego de condiciones por el cual el asentista bávaro Johann Kaspar von Thürriegel se comprometía a traer seis mil colonos católicos alemanes y flamencos para repoblar las estribaciones deshabitadas de Sierra Morena, cobrando por cada uno de ellos que fuera aceptado la cantidad de 326 reales de vellón.

Prácticamente todo lo que sabemos sobre la azarosa vida de Thürriegel se lo debemos a su biógrafo más fiel, Joseph Weiss. Según ellos, nació en Gossersdof (Baviera) el 31 de julio de 1.722. Sus padres fueron Matías Thürriegel, un labrador fanfarrón y agresivo, según cuentan, y Ana María Meixner, componentes ambos de una familia bien venida a menos. Tenía otros seis hermanos y era el mayor de los varones.

Parece ser que recibió su formación escolar en un colegio de los jesuitas, siendo tal vez por ello por lo que tenía un dominio bastante correcto del latín, como lo demuestra en sus cartas y en el hecho curioso de que la Contrata y Memoria que firma para la introducción de los 6000 colonos tenga una redacción bilingüe, en español y latín, y no en español y alemán, como cabría de esperarse. Su primer oficio fue el de escribiente en su ciudad natal, Gossersdof, a las órdenes del administrador de una fábrica de cerveza, estando después al servicio de un escribano judicial en la ciudad de Mitterfels, siendo en este oficio y en este lugar donde tomó contacto con el escribano Gscharay, personaje éste que ejerció una gran influencia en sus futuras aventuras castrenses.

Su primera intervención militar tuvo lugar en la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748). Su arrojo y valentía hicieron que a los 20 años ingresara como cadete en el Regimiento de la Mark. Años más tarde, entraría al servicio de Francia. Ejerce como militar y espía, dadas sus buenas dotes de simulador y falsificador, actuando entre otras en una acción de espionaje en 1756 preparatoria para el plan de ataque de los franceses sobre la isla de Menorca, quedando esta isla bajo dominio galo. Estas actuaciones le valieron en 1760, cuando contaba 38 años de edad, el grado de teniente coronel. Volverá a ejercer de espía para Francia en Prusia. En Berlín es descubierto, encarcelado y desterrado.

En 1763 se presenta al embajador de España en Holanda, Marqués de Puente Fuerte, y le propone contratar colonos para las colonias españolas en América, pero en Madrid no provoca ningún eco. Años más tarde acabará en Viena, donde conoce al Conde Mahony, embajador de España en aquella Corte, quien con cartas de recomendación enviará al bávaro a Madrid apareciendo por la Villa y Corte en mayo de 1766. Pronto se hará notar en Madrid. Se comenta que el bávaro trae el proyecto de instalar una fábrica de espadas hechas con los procedimientos alemanes, que tanto éxito tienen en Solingen, y para ello pide al barón de Sarny, representante de Baviera, que le recomiende al ministro de la Guerra en su condición de militar.

Thürriegel es aceptado en la alta sociedad de la corte madrileña, a lo que contribuye su buen porte físico y la picaresca del bávaro. Presenta a su mujer como condesa de Schwänenfeld, pero en realidad era hija de un guardabosques de Múnich, y Kaltofen nos asevera que lo es de un concertista de oboe muniqués llamado Imling.

Thürriegel les propone al conde de Aranda y al conde de Priego la recluta de 300 bávaros por año para el ejército de España. Tal propuesta fracasa el 9 de febrero de 1767 al rechazar el gobierno de Múnich las pretensiones de Thürriegel. Al mismo tiempo ha seguido insistiendo en su proyecto de reclutar 6.000 colonos para llevarlos a las posesiones americanas de Puerto Rico y el Perú. El 28 de febrero de 1767 el Consejo de Castilla pone oído al proyecto a través de su fiscal Campomanes quien le da cuerpo jurídico en un real decreto. Previamente, y a instancias del ministro de Hacienda Miguel Múzquiz, se le había pedido parecer al respecto a Pablo de Olavide, nacido y criado en América y a la sazón miembro del Consejo de Indias, quien en un informe fechado el 30 de octubre de 1766 ya había expresado su opinión de que era más aconsejable que los colonos vinieran a España, argumentando que “el trabajo de la tierra en las posesiones americanas está realizado por negros que están tan sumamente abatidos, despreciados de los blancos, y es tanta la superioridad de éstos, que no sólo no quieren sujetarse el trabajo del campo, pero ni a ningún otro ejercicio mecánico”. Los negros eran poco numerosos y por tanto encontraban otros empleos con relativa facilidad, o bien a las órdenes de mercaderes, o como mayordomos de hacendados coloniales, principalmente. Los blancos —según Olavide— se habían acostumbrado a no trabajar la tierra, por lo que en su informe expone que si se llevan alemanes a América terminarían contaminándose del “prejuicio blanco” (el trabajo del campo para los negros) y acabarían por no trabajar la tierra “de suerte que lejos de que la colonia de trabajadores que se propone prospere, es de creer que en poco tiempo se vería deshecha y dispersa”. A partir de este instante el proyecto de Thürriegel comienza a tener visos de ser posible y acabaría siendo el argumento de los documentos que harían realidad la recluta de los colonos. Pero poco a poco, en Madrid irán cansándose de las argucias que el bávaro pone en juego mientras dura la contrata. Poco a poco se le irán cerrando todas las puertas y acabará siendo acusado de apropiarse de la parte que les correspondía a sus colaboradores y del delito de contrabando. Sonado fue el pleito que tuvo con los Hermanos Thibal de Montpellier, encargados de fletar los barcos y organizar los contingentes de colonos que habrían de venir a Sierra Morena.

Leemos a modo de ejemplo, la desesperada carta que la esposa de Thürriegel, en estado de buena esperanza, le escribe a Múzquiz el día 15 de agosto de 1770 (casi diez meses después de haber sido presentadas las cuentas para su liquidación) reclamando que le paguen a su marido los sueldos de coronel por encontrarse en un estado de necesidad como para tener que vender literalmente la camisa.

Thürriegel, finalmente, será encarcelado en 1787 en una fortaleza de Pamplona. Conseguirá fugarse e ir hasta Aranjuez donde se encontraba el nuevo rey, Carlos IV, a quien le invocará en su favor los viejos servicios prestados en las Nuevas Poblaciones, pero lejos de ser oído se le vuelve a encarcelar en Pamplona donde habría de morir en una fecha incierta según su biogafro J. Weis. Pero los pormenores de la muerte de Thürriegel pueden verse en el protocolo de últimas voluntades de Thürriegel, localizado en el Archivo de Protocolos de Madrid. Se trata de la carta fechada en Pamplona, el 31 de enero de 1880, y en el que Mariano de Comás, auditor de guerra de la ciudad de Pamplona, notifica a Mariana de Schawanenfeld que su marido ha fallecido en la ciudadela de la capital navarra.

“La noche del día 26 del corriente, y hora de las diez menos cuarto, falleció en el castillo y ciudadela de esta plaza don Juan Gaspar de Turrejel, marido de vuestra señoría, a quien se le han encontrado 15.053 reales de vellón y 11 maravedíes, y unos cortos muebles de poco valor, y no habiendo hecho testamento ni disposición alguna, como auditor de guerra que he intervenido en este abintestato y testamentaría, dispuse se sepultase el cadáver en la iglesia de la misma ciudadela haciéndole un día de funciones sufragio de su alma de cuyo coste me presentará razón el cura castrense. El dinero [ 11 v] y muebles se hallan asegurados en depósito y aunque salen algunos acreedores pidiendo sus créditos, no se les pagará sin queden completa prueba de su legitimidad, por lo que vuestra excelencia tomará la providencia que le parezca para deducir sus derechos en mi tribunal haciéndolo saber a sus hijos para el mismo fin.

Dios guarde a vuestra señoría muchos años. Pamplona, 31 de enero de 1800. Mariano de Comas [rubricado]. Señora condesa de Schwanenfeld y Turrijel”.

No deja de tener importancia, es por ello por lo que lo citamos, como fabuló Rudolf Kaltofen sobre la muerte de Thürriegel en su novela “Por trescientos reales”: “Una de las mañanas siguientes, el guardia, con su humeante linterna, se acercó al calabozo para llevar agua y pan. El que ordinariamente se precipitaba sobre ello como una fiera hambrienta, hoy se rebullía. El guardián entró, lo empujó con el pie, acercó la linterna a su cara. Las facciones del muerto reflejaban felicidad y paz; sus manos, con ternura conmovedora, sujetaban a su pecho una gruesa piedra que había caído de la pared del calabozo. El sepulturero sacó del carro al desgraciado aldeano de Gossersdorf y lo echo en uno de los nichos más apartados del cementerio. Dura y fría sonaba la paleta que cerró el nicho”.