Los invitados preguntan



¿Qué queda de aquella niña de la Sierra de Andújar?
Muchas cosas. Prácticamente, todo. He cambiado más físicamente. Aquella niña, por ejemplo, se subiría a esta tarima corriendo y, tal vez, a otra más alta. A mí ahora me cuesta trabajo. Creo que lo esencial no lo he perdido. Ni siquiera la ilusión por las cosas. A veces, mis hermanas y mi sobrino se ríen porque dicen que soy muy gregaria. Me encanta estar con mi gente. Las grandes aglomeraciones me agobian, pero nunca pasar el tiempo con mi familia. También subir al campo para ver a mi padre e irme con él al huerto. Esas cosas me gustaban antes y ahora las sigo teniendo intactas. Hay cosas que se han reforzado más. Recuerdo muchas cosas que he vivido, como cuando nos decían que éramos las hijas de una familia muy humilde, pero muy honrada. Eso lo tengo inculcado. Lo tengo metido. Una vez, mi hija escuchaba lo de ricos y pobres y me dijo “mamá, qué somos ricos o pobres”. Eso nos pasaba a nosotros. Éramos muy humildes, pero nunca nos faltó el cariño de mi madre y de mi padre. Tampoco una mirada de mi madre, de esas que no necesitas ir a buenos colegios porque solo con que te mire sabes lo que tienes que hacer. Por eso, digo que la educación no hay que dejarla solo en manos del profesorado. Hay quien no ha ido a colegios de élite, pero conducimos por la vida sin hacer grandes estropicios. Queda mucho más de lo que se puede pensar. Me encanta encontrarme los Reyes o, mejor dicho, disfruto dejándoselos debajo de las almohadas a mi familia. Eso me encanta. Disfruto más haciéndolo que ellos encontrándolo.
Como iliturgitana, que, además, presume de ello. ¿Cómo ve Andújar desde fuera? ¿Sus orígenes en esa ciudad han marcado su carácter y sus convicciones?
Mis orígenes, más que en Andújar pueblo, los marcó el campo, la viña y la sierra. Cuando escucho hablar de solidaridad, creo que está muy bien. Hay que ser solidario en la vida, pero considero que, sobre todo, tenemos que ser justos. Demostrar solidaridad resulta bastante fácil. Cuando vemos una catástrofe en el telediario y nos remueve las conciencias a todo el mundo y vamos al banco o a una ONG para intentar ayudar. En cambio, cuando desaparece del telediario, parece que ya se ha acabado, pero las personas siguen sufriendo. Por ejemplo, en vez de gastar 200 litros de agua al día, se ha de pensar que 100 se tienen que quedar para otra persona. Ahí es dónde te das cuenta si la persona es justa o no. Dar lo que te sobra está bien porque hay otros que no lo hacen. Es de buenas personas, pero hay que ser más solidarios. Recuerdo cuando vivíamos en el campo y mi madre hacía el pan en el horno. Por cierto, hacía unas magdalenas, exquisitas, por eso, tal vez, tengo obsesión por las madalenas. Me acuerdo que se te acababa el pan e ibas a otros vecinos que vivían a 3 kilómetros y solo tenían un trozo de pan. En cambio, se partía y era para los dos. Esa es la solidaridad que yo he vivido. Cuando veo a gente que le sobran 200 euros y da 100 para alguien que le hace falta, se agradece porque a otros les sobran 500 y no los dan. Pero la solidaridad la he vivido de otra manera. Eso te marca. Yo he tenido una infancia muy feliz. A nosotros nos han faltado muchas cosas, pero es que no sabíamos que existían. Entonces, tampoco tiene mérito porque no las echábamos de menos. Recuerdo que mi madre bajaba a Andújar una vez a la semana.Una vez compró plátanos. Si los veíamos, nos los comíamos todos en el día. Por eso, los escondió y nos los encontramos al cabo de los tres meses. Estaban completamente negros. Vamos, para tirarlos. Era una lástima, pero eso me marcó mucho. A lo mejor esa persona que dijo que éramos muy humildes, pero muy trabajadores, me marcó. También Gaspar, al que no he nombrado hasta ahora. Manolo Chaves, que me dijo: “Oye, tú aquí”. Y ahí estuve yo. Entonces, te empiezan a mirar de otra manera. A mí eso sí que me molesta. Yo soy la misma niña, hija de los mismos padres. No me vale que me miren por lo que represento porque estoy convencida de que a la gente hay que mirarla por lo que es. Lo que representamos es efímero y no vale la pena. He conseguido tener el mismo comportamiento que demostraba entonces.
Ángel Gabilondo ha puesto cuerpo a la palabra igualdad y ha concretado que Micaela se vincula al afecto y a la lucha. ¿De dónde viene el nombre de Micaela?
De mi abuela. También se llamaba Micaela. Si la hubiera cogido en otra época, al igual que mi madre, sería la que estaría aquí. Pese a que me decía que no me señalara. La pobre tenía motivos para decir que no me señalara. Lo peor es que me lo dijo ya en el año 91, pero entonces mi madre seguía teniendo miedo.
¿Qué decir a quienes llevan años trabajando por y para la igualdad para que no se rindan?
Que todavía no se ha conseguido. No hay que luchar por el voto de las mujeres porque ya lo podemos hacer. El día en el que de verdad tengamos los mismos derechos y las mismas oportunidades, haremos una fiesta. Creo que queda mucho. Cuando pensábamos que llegábamos, hemos retrocedido. Falta mucho. Podemos hacernos un pasaporte y viajar, pero nos falta una parte importante. No tenemos aún con quién compartir en el día a día nuestra familia y nuestros hijos.
¿Por qué debe ser la violencia machista un problema de Estado y cómo se abordaría esa acción para erradicarla definitivamente?
Si yo tuviera una varita mágica o la tuviera cualquiera... Estoy segura de que en vez de contabilizar 48 mujeres muertas y 5 niños, en este año, pese a que en los anteriores son 60 o 70 mujeres asesinadas; se considerara algo que nos puede tocar a nosotros, posiblemente, estaríamos con tanques en la puerta. Pero la violencia contra las mujeres les toca a las mujeres y no a todas. Además, pensamos que nunca nos tocará a nosotros, pese a que nos podemos encontrar con una situación de violencia en cualquier momento. Y ese día te das cuenta de la angustia que supone y cómo trastoca tu vida. Los agresores pretenden mantener el poder establecido. Que las mujeres no nos salgamos del sitio que ellos señalan. La violencia, en general, lo que busca es romper el modelo establecido. Por eso, todos nos unimos para que no se rompa. Todos nos sentimos objetivo. En cambio, si la violencia es contra las mujeres, no todos nos sentimos objetivo.
¿Hace falta una protección expresa en la Constitución?
Tenemos que aparecer en todos los sitios. Me acuerdo cuando me decían las mujeres que querían aparecer en los libros de historia, pero, además, tenemos que contar con esa igualdad de oportunidades a la que me refiero. Si las leyes sirvieran para erradicar la situación sobre la que se legisla, pues entonces estaría todo hecho. Las leyes necesitan implementarse con otras medidas y, sobre todo, con recursos. Si le recortamos recursos, no hace falta ni derogar una ley. Si la derogas, la gente se levanta. Si le quitas el presupuesto, la ley continúa escrita, pero no dispone del presupuesto. Nos falta la igualdad de oportunidades, que va más allá de aparecer en los libros de historia o en la Constitución. Necesitamos una voluntad real de que esa situación cambie. O gobernamos con inteligencia el momento actual o llegaremos a 2050 sin relevo generacional y con una población envejecida. No creo en las políticas natalistas y que haya que darle ayuda económicas a las personas para que tengan hijos. Creo que lo que les hace falta son las condiciones que les permitan elegir y decidir cuánto hijos tienen. Ahora, las mujeres tenemos un problema con los hijos porque se vuelven en contra de nuestro desarrollo profesional. Si no los tenemos, se vuelve en contra de la sociedad porque la población envejece. Por eso, vamos a ponernos de acuerdo. Mientras que nosotras paguemos, seremos nosotras las que decidiremos. Sé que vamos a pasarlo mal, pero lo que no puede ser es que resulte una tarea casi exclusiva de las mujeres. Se trata de una cosa muy seria y que puede ser tarde cuando le busquemos remedio. Hay datos que dicen que las mujeres deciden tener hijos cuando cuentan con un empleo estable. Hasta entonces, no. Para que las mujeres podamos estar en todos los sitios, los hombres también tienen que estar en los mismos sitios. Cuidar a los niños, bañarlos o llevarlos al médico resulta también muy bonito, pero hay padres que no terminan de implicarse lo suficiente. ¿Cómo le van a renovar a una mujer un contrato si en 6 meses ha pedido permiso 4 veces para llevar al niño al médico? ¿Es que el padre no puede hacerlo? Son cosas absurdas, de caminar por casa, pero nos condicionan mucho a las mujeres. Parece que los niños no tienen padre, salvo cuando se separan. Entonces, nosotras mismas decimos que no trabajamos.
Al hablar de violencia de género, habría que tratar más la tercera edad como colectivo más vulnerable y que quizá menos denuncia. ¿Lo hace porque tuvieron otra educación?
Por educación o por miedo. Una pareja mayor que sufre violencia, generalmente, no se trata de algo nuevo. La ha aguantado toda la vida. Existe una cosa que no soporto, que es la justificación que, a veces, se hace de un asesinato de una mujer mayor. Dicen que estaba muy mal, que tenía alzhéimer y que el pobre del marido se ha desesperado y la ha matado. Parecen asesinatos por compasión. Yo no conozco a ninguna mujer que lleve 20 años cuidando de su marido enfermo y le haya dado por matarlo. Lo cuida. ¿El hombre se desespera más que la mujer? He discutido porque me han llegado a decir que no era violencia machista, que era una cosa compasiva. Es verdad que algunos están en la cultura de la guantada y en la de “esto es lo que me ha tocado”. Antes, la familia era la que intentaba ocultar esa situación. En cambio, ahora la familia es la primera que, en la mayoría de los casos, se pone al frente.
¿Cómo vería la posibilidad de incluir una asignatura, desde Primaria, de Igualdad?
Muy bien. Además, está en la Ley Integral de Violencia de Género, aunque se encuentra sin desarrollar.
¿Y un Ministerio de Igualdad?
Bien, aunque habría que ver sus competencias. Yo la estructura por la estructura, no. Quiero algo que sirva y me da igual cómo se llame.
Si la igualdad comienza por una buena educación de las personas, ¿por qué todavía no existe un Pacto por la Igualdad en la Educación?
Me parece una barbaridad. La educación es la verdadera base de la igualdad. Es lo más importante.
¿Cuál es el cambio más significativo de la sociedad y de la mujer en estos últimos 40 años?
El cambio es muy visible. A veces, les contamos a nuestras hijas algunas situaciones que hemos vivido y se sorprenden. No obstante, lo que me preocupa es que ahora ellas viven algunas otras también. Sobre todo, situaciones de desigualdad legal que eran lacerantes, aunque no sabíamos que había otra cosa. Cristina Almeida lo cuenta muchas veces. Dice que vino a asistir a un preso en la cárcel de Jaén y que su marido, que no era abogado, le tuvo que firmar un permiso para que ella pudiera ejercer de abogada. Cosas como esas se veían. Tenías que ir acompañada de tu marido para cobrar una herencia de tus padres y tenía que firmar. Las mujeres estábamos permanentemente tuteladas. Pasábamos de nuestros padres a nuestros maridos. Si no nos casábamos, pues nuestros hermanos mayores. Todavía arrastramos eso porque cambiar las leyes resulta más fácil que transformar la mentalidad de las personas. Las leyes necesitan su tiempo y su pedagogía. Arrastramos esa educación de que nosotras estábamos destinadas y predispuestas porque se nos da mejor cuidar o hacer. Parece que entramos a la cocina y pronto lo hacemos todo y que no queremos que nadie lo haga porque lo llena todo. Pero eso se aprende. El avance ha sido indiscutible, pero se han roto muchas cosas en cuatro años.
En un Estado aconfesional, ¿qué opina sobre que se imparta la asignatura de Religión en la educación pública y no una asignatura que ayude a educar en igualdad, ya que, como decía Pitágoras, hay que educar al niño para no castigar al hombre?
No tienen que ser incompatibles. La asignatura de Educación para la Ciudadanía era mucho más eficaz y necesaria. Yo, que soy de respetar y que digo que nunca se le pregunta a nadie a quién vota, a quién le reza y con quién duerme, no soy partidaria de que se imparta la religión dentro de los colegios. Pero sí que se garantice la posibilidad de que cada persona pueda acceder a practicar la que quiera, pero nunca dentro de la escuela.
Las asociaciones de mujeres somos las que nos encontramos más cerca, pero ¿cómo podemos hacer nuestro trabajo sin presupuesto y apoyo de las administraciones públicas?
Estoy totalmente de acuerdo. Cuando ni siquiera desde las instituciones se trabajaba para acompañar y arropar a las mujeres, estas asociaciones ya estaban ahí. La mayoría de las asociaciones ponen el dinero de su bolsillo en muchos casos. Esto es bueno que se sepa. Lo hacen cuando van a unas jornadas y cuando una mujer necesita que la escuchen. En ocasiones, ponen en riesgo hasta su reputación. Las asociaciones de mujeres fueron, son y serán, pero necesitan más apoyo económico.
Díganos tres medidas que deba adoptar el Gobierno, después del 20 de diciembre, para frenar el número de mujeres asesinadas.
Si tuviera las tres o solo una, no esperaría al 20 de diciembre. Ya la habría puesto encima de la mesa. Considero que hay que reforzar todas las medidas que fomenten la igualdad de oportunidades, las que les dan autonomía e independencia a las mujeres y las que les fomentan la educación en valores y la igualdad. Me preocupa el momento que vivimos porque se produce mucha violencia entre los jóvenes y se diversifica la manera de amenazar y coaccionar. Las nuevas tecnologías, que nos dan mucha libertad, sirven para que muchas jóvenes sean controladas, además en esa edad en la que a algunas les parece muy bonito que te controlen la ropa que te pones y a dónde vas porque parece que así te quieren más. Pero nada tiene que ver el amor con el control. Hace falta presupuesto. Cuando una mujer dé el paso de presentar una denuncia, que resulta complicado porque dificulta más la situación, tiene que saber que cuenta con protección para no tener que dar marcha atrás y volver al punto de origen. Los pactos tienen que ser más que un papel y ha de existir una voluntad con un presupuesto.
El Ayuntamiento de Jaén ya intentó dejar de prestar la ayuda a domicilio. ¿Cree que con cuatro años más de Gobierno del Partido Popular se certificaría el fin de la Ley de la Dependencia?
Está certificada ya en muchas comunidades autónomas. No pensemos que se invierte en España como en Andalucía. Aquí la Junta gasta el 82% de lo que cuesta el desarrollo de la Ley. Y no porque seamos muy buenos, sino porque cuenta con un modelo de sociedad, que se basa en contar con las personas. Tampoco porque tenga mucho más dinero, sino porque ha dejado de hacer otras cosas. Y, sin embargo, escuchamos que existen comunidades autónomas que no han cumplido con los objetivos de déficit y encima ahora se les premia. A las que hemos cumplido, se nos castiga.
La recuperación de derechos sociales, laborales y de igualdad deben de ir parejos a los derechos sindicales. ¿Sabe que hay más de 300 sindicalistas procesados a los que se les pide pena de cárcel?
Normal. Han sido tantas cosas en estos cuatro años que ya se nos olvidan. Recuerdan la Reforma de la Justicia. Con ella, a ti te ponen una multa y si no tienen los 100 euros para recurrirla, pagas todo el dinero. Esto no es igualdad ante la Justicia, sino para los que tienen dinero. Recuerdo cuando se hizo la reforma laboral y veo aquí a sindicalistas que se han pasado la vida peleando para que las personas no tengan que negociar directamente con un patrón, sino que exista un convenio que le otorgue los derechos salariales y laborales. Una persona que no sabe cómo darle de comer a sus hijos no se puede poner enfrente del empresario porque si le dice que, en vez de pagarle 400 euros, le da 300 pues se calla porque no tiene otra cosa. Eso lo tienen que llevar, por medio de un convenio colectivo, los representantes de los trabajadores. Sin embargo, se ha demonizado a los sindicatos con un objetivo claro. Si no hay sindicatos y tampoco convenios laborales, pues favorece a los que más tienen. Ese andamiaje, que nos ha costado años construir, se ha roto. Creíamos que todos los juicios lo íbamos a ganar en el juzgado. “En cuanto me despidan, me voy al juzgado”, decíamos. Encima, se ha reformado la Justicia y te hace falta dinero para reclamar. Necesitamos el refuerzo de los representantes de los trabajadores para que sean ellos los que negocien en las empresas las condiciones laborales y salariales de las personas. Saben la situación que tenemos y se adaptarán. Hace falta un nuevo Estatuto de los Trabajadores que proteja la dignidad de tanta gente..
Finalizamos con una declaración de afecto y de cariño.
Yo creía que era de amor.
Juan Espejo, director de Diario JAÉN y moderador del acto, lee una tarjeta escrita por una de las asistentes: “Soy Remedios y creo que el Partido Socialista, al que pertenezco desde hace que llevo en mis venas sangre roja, tiene que estar siempre muy cerca de los que sufren. Que en cada provincia estudien sus recursos para darles el máximo valor y que en Jaén no se venda una gota de aceite de oliva sin envasar para que se quede el máximo valor añadido. Ya sabes, Micaela. La libertad empieza por tu trabajo. Eso es verdaderamente la libertad. Te quiero.