“Sufrí por ser solo fiel a mi conciencia”

pedro villar gómez

21 sep 2019 / 09:59 H.

Quesada, 20 de septiembre de 1942. Un año después de conocerse la sentencia del juicio que, siguiendo el expediente abierto el 2 de agosto de 1939 contra Pedro Villar Gómez por Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, el abogado jiennense, natural de Cazorla, ha vuelto a su domicilio familiar en Quesada. No conociéndose su paradero, el juicio se celebró sin estar él presente, aunque contó con un abogado defensor excepcional, su propio hijo, Bernardo Villar, abogado y Capitán de Artillería con una brillante hoja de servicios en el Ejército sublevado, ahora vencedor. Un juicio que contó, entre los testigos en su defensa, con importantes dirigentes de Falange, destacados clérigos e influyentes terratenientes, todos leales al nuevo régimen.

Fue condenado a 12 años de inhabilitación de cargo público o actividad empresarial, y una multa de 12.000 pesetas que, en caso de fallecimiento, deberían saldar los herederos en cuatro pagos de 30.000 pesetas, para evitar embargos y lograr la devolución del patrimonio confiscado tras la guerra. Tiene 64 años, y, aunque parezca envejecido y defraudado, se le ve orgulloso de su familia y amigos fieles, más allá de ideologías. Comenzó nuestra conversación diciendo que se había creído la promesa de Franco de no perseguir a quienes no tuvieran las manos manchadas de sangre. “Y era mi caso; además, yo evité muchas muertes. No cumplió su promesa; y si estoy vivo es gracias a la defensa de mi hijo y muchos testimonios a mi favor, entre ellos, algunos escritos que contaron cómo, siendo Director General de Prisiones, me enfrenté al Gobierno y protesté por la matanza indiscriminada en la Cárcel Modelo y la que, en Atocha, llevaron a cabo grupos anarquistas, fusilando a los presos que, por orden mía, eran trasladados de la Catedral de Jaén, entre ellos al Obispo, hasta Madrid, para alejarlos de grupos incontrolados y que tuvieran un juicio con garantías. El 22 de agosto escribí una dura y clara carta al Ministro de Justicia pidiéndole apoyo para acabar con los desmanes en las prisiones y hacer que se respetara la legalidad. Me respondió diciendo que las bases populares me consideraban un fascista infiltrado. Dimití en septiembre y me alejé de la actividad política, dedicándome a escribir en prensa y a mi nuevo cargo de delegado gubernamental de la Confederación Hidrográfica del Tajo, hasta que huí a Francia en 1938, y allí estuve hasta ahora”. Al acabar, ya de pie, me dice: “Vea la incongruencia. En 1936, el Frente Popular, coalición de la que formaba parte Unión Republicana, mi partido, embargó mis propiedades; las mismas que ha embargado en 1939 el nuevo régimen. He vivido en tierra de nadie; fiel solo a mi propia conciencia”.