Los detalles, siempre irrelevantes, que se nos pasaron por alto comentar

11 may 2020 / 10:33 H.
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Con este maremágnum de información falsa y exaltación de lo banal, todo cambia a velocidad de vértigo, pero, con todo, lo más destacable de la semana pasada fue que se prorrogó el estado de alarma hasta el 24 de mayo. De momento. Esperable, pero ajetreado pese a todo. Así que creo que merecerá la pena detenerse un momento en las votaciones del Congreso de los Diputados. Hay un tipo de juegos de mesa que me gustan especialmente, aunque sean muy pocas las ocasiones que tengo de jugarlos: los de negociación. Y los disfruto, a pesar de la sencillez de mecánicas que suelen tener porque sacan lo peor que lleva dentro cada uno. Os destaco algunos perfiles que suelen repetirse en las mesas: el buenista, que normalmente es el dueño del juego y quiere que la partida vaya bien; el expansionista, que trata todas las casillas como si fueran suyas, sí, incluso las de otros; el gestor, que viene a jugar otra partida, hará prósperas las tierras que tenga y lo militar le suele dar igual... Supongo que os hacéis una idea. Poneos a pensar en una negociación del tipo siguiente: vamos a pactar entre todos para pararle los pies al que va ganando, porque si no, cierra la partida en cuanto que le llegue el turno.

Pacto fácil, todos contribuimos un poquito y equilibramos la balanza y alargamos la partida para seguir jugando. Vale, imaginad ahora, que uno de esos jugadores está fuera de la partida, es decir, no puede ganar de ninguna manera, así que, vista la necesidad apremiante de los demás, exige que, o es él el que más beneficio saca del citado acuerdo, o se acabó la partida: él atacará la retaguardia de los aliados en cuanto movilicen sus ejércitos. A este tipo de jugador suelo llamarlo: el o gano yo, o perdemos todos. No es agradable jugar con esta gente, pero la vida del friqui, muchas veces solitaria, exige de este tipo de sacrificios sociales con relativa frecuencia. Que sí, que sí, que estoy hablando de España, aunque bien pudiera ser el caótico Guasón el personaje que describo, lo hacía, sin embargo, de Gabriel Rufián Romero, al que se le ha visto el plumero burgués: mucho gritar en contra del fascismo y la corrupción, cuando lo que le pasaba, es que le carcomía la envidia. Para los escépticos, místicos y fanáticos que pensaban que esto no podía darse, aquí está “el rarísimo y nunca antes visto”: burgués republicano. Es decir, de centro, virando un poquito a la izquierda, o mucho a la derecha, según convenga. Sí, como Manuel Azaña. ¡Anda, pero si no es tan único...! Pero esta semana también toca hablar de los “Condes Vampiro”, mi facción favorita en el mundo de “Martillo de Guerra Fantástico”, los cuales, mediante complicadísimos conjuros nigrománticos, antaño citados de memoria, pero a día de hoy tan sólo susurrados por unos pocos, consiguieron resucitar a los muertos: Ciudadaaaaanos. Ese amigo buitre, que cuando acaban de dejar a la novia, le dice: no te preocupes, aquí estoy para lo que te haga falta. No voy a culparlos tampoco, está en su naturaleza, han visto el hueco y se han metido. Esa posición del centro de la derecha (ojo, no confundir con el centro-derecha que es donde está el PSOE) que había quedado libre porque Casado, viendo que como buena marioneta de Aznar, tiene las horas contadas, y viendo todo el tráfico que genera el ruido fascista, finalmente decidió que siempre es mejor restar que sumar. Y visto está que la nostalgia y la barbarie son un producto de lo más suculento, a ver si os pensáis, que el último título de la saga de videojuegos “Credo de asesinos. Valhala” la ambienta, Ubisoft, en las invasiones vikingas de Inglaterra, por otro motivo que no sea el económico.

Mira que yo no quería hablar de la derecha, pero ya que sacáis el tema, sigo con él. También me llegó la portada de ayer de “El Mundo”. ¡Ay, Isabel, se ve que llevabas tanto protagonismo frustrado por dentro desde que vieras los cástines de “Gran Hermano” que tienes que sacarlo a relucir cada día! Claro que Jaén tiene que ver, ¿o es que la Hermandad de la Amargura, así, con sus mayúsculas y todo, ya no está tan ofendida de ver a Ayuso posando como La Virgen, también en mayúsculas? Puestos a interpretar, yo la considero hecha con “manifiesto desprecio y mofa de la misma” pues de virgen, como es normal, debiera quedarle poco. Esperaré, ansioso, su escrito este lunes, a ver si, sumados a los 480 euros que le sacaron al joven Daniel Serrano (en la foto) en el año 2018, llegan a las tres cifras, y celebran una buena comida de hermandad en honor de los herejes.

Qué país, ¿eh? Esta España de 2020, un lugar donde lo que importa no son los hechos, si no quién los haga. De pequeño, dirigía partidas de “La Leyenda de los Cinco Anillos”, un juego de rol con mucho folclore asiático, siendo el Japón feudal, uno de los que más bebía. En ese momento, no entendía cómo funcionaban los supuestos juicios de aquella época: siempre prevalecía la palabra del que mayor estatus social tuviera. Las pruebas eran anécdotas circunstanciales, acalladas, manipuladas o retiradas incluso durante el mismo por la parte interesada, normalmente el antagonista de los jugadores. Imagino que, por esas fechas, aún seguía viendo las películas de final feliz con las que uno se acuesta sonriendo y orgulloso de no saber absolutamente nada. ¿Quién me iba a decir a mí, que si quería sociedades anacrónicas, las España franquista y fascista, que son la misma pero con el dictador vivo o muerto, no tenía que viajar tan lejos en el espacio y el tiempo? Desde luego, a mí, no me lo contaron. ¿Transición? Sí, de eso sí que me hablaron. Había que estudiarla, fue súper importante y ejemplar, entraba en Selectividad y todo: sus fechas, sus nombres, sus protagonistas... Ya os digo, vital. ¿Antonio González Pacheco? No, no me suena subrayar torturadores. ¿Antonio Tejero Molina? Sí, bueno, tampoco mucho, algo de que Juan Carlos de Borbón es la figura central de España y cosas así. Y no, no me preguntes más, que yo también empiezo a pensar que, de todo lo que me metieron en la cabeza en el colegio, lo único salvable, fueron las Matemáticas. Porque teniendo como héroes a torturadores y golpistas escondidos, protegidos y condecorados por los gobiernos, por todos sin excepción desde 1975, ¿para qué vamos a buscarnos villanos fuera?

Muchas son las mañanas, o noches, depende del día, en las que, tras ojear la propaganda periodística, me pregunto cómo hace la derecha empobrecida, la sumisa, para seguir manteniendo la boca abierta. Que son de los que tragan, no lo dudo, pero que ni plantearse el escupir; garganta abierta y barbilla levantada con el himno de fondo. Que vengan, ahora, los oportunistas, a decirme que en España no hemos tenido estas diferencias bien marcadas desde siempre. A ver si os pensáis que la pregunta de “¿del Barça o del Madrid?” es inocente y pura como Ayuso. No, qué va, es de las envenenadas. Lo que en realidad se está preguntando es si estás con o contra él. Y normalmente, la hará la derecha. Porque otra cosa muy llamativa es el cómo a la derecha se le consienten, con total impunidad, todos sus posturas: fascista, capitalista, monárquica, liberal, neoliberal, católica, da igual, la que sea; mientras que a la izquierda, solo se le reconoce una: la radical. No, es que yo creo más en la libertad indiv... ¡Qué da igual! ¡Que no, que no! Que si no te atontas con el fútbol tres veces por semana, no nos vales; que si te molesta el ruido de las procesiones, que te vayas de Jaén; y que si no te consideras súbdito del rey, que te has equivocado de país. Seguro que escenas cotidianas acuden a cada mente, a mi memoria, por ejemplo, cómo la única respuesta de alguien cercano, al verme escribiendo el escrito para solicitar la apostasía católica, fue preguntarme cuándo me volví radical. ¿Perdón? ¿Cuándo tuvimos esa conversación de si prefería al Jesusito de mi vida a Odín o Charmander? Ya. Yo tampoco la recuerdo. Como los millones de cosas que debieran haberme contado y no lo hicieron.

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