Una sonrisa perdida
H abía comenzado ayer tarde la jornada de la mejor manera. Con la primera experiencia tan positiva de la semana anterior, en ese momento, escaso porque apenas hemos empezado la función, alguna sonrisa se cruzaba gustosa... en Motril, donde jugaba el equipo y el partido había empezado de manera razonable. Había creencia y confianza en resolver de buena manera el envite... cuando al filo de la media hora se quebró esa expresión, no ya sólo porque el equipo de casa nos había hecho un gol en una buena jugada sino porque con esa refriega el Real Jaén entró en crisis y fue superado, resbalando en su juego, nervioso, con grandes agujeros, como se dice en argot, en la defensa. Dos goles por fallos defensivos que incluso confirmaron a más de uno lo que se había comentado en el pretemporada, con razón o sin ella, una cierta precariedad defensiva. Por ello se llegó al descanso con la sonrisa debilitada y desmejorada. Menos mal que con frecuencia hay un roto para un descosido y aficionados de esos que siempre guardan una carta para provocar sonrisa recordaban en esos momentos cómo justamente el año pasado las cosas, que estaban en la primera parte con igual situación, luego se arreglaron en la segunda. Y, por decir, algo positivo, digamos con Amado Nervo que “entre tu mirada y mi risueño / rostro quedó flotando el mismo sueño”. Pero no pudo ser. Bien es verdad que el equipo, en la continuación, hizo méritos para, al menos, que se cumplieran los mismos hados que el año pasado pero no. Y, como cantaba tristemente Rafael Alberti, la sonrisa se rompió del todo: “flotadora va en el viento / la sonrisa amortajada / de su rostro. ¡Qué lamento / el de la noche cerrada!, que decía.” (El otro asunto es sin duda muy arduo y espinoso. A veces los excesos emotivos, si se dejan sueltos como un río de aguas turbulentas, acaban en el fango. Nadie tiene derecho, además, a jugar con nuestra imagen colectiva. Nuestra gente no puede mostrarse tan falta de inteligencia, como para provocar que la policía hubiese tenido que jugar, condicionando incluso con su intervención, el comienzo de la segunda parte. Mal y lamentable tarjeta de visita.