Una larga aventura parisina

Fran Menor recorre más de 1.200 kilómetros en una de las pruebas reinas para cicloturistas

03 sep 2019 / 12:15 H.

Dicen que las bicicletas son para el verano, ese mismo que ya afronta su tramo final. Pero Fran Menor y todos esos “locos” de las dos ruedas que aprovechan cada hueco que tienen para salir a rodar llueva, truene o haga una temperatura que para otros solo invitaría a entrar a casa y poner el aire acondicionado. El último reto de este cicloturista que recorre las carreteras jiennenses como quien pasea por el jardín de su casa fue la París-Brest-París, una prueba con 1.200 kilómetros de recorrido y que está considerada como la reina entre los aficionados al ciclismo. No obstante, para poder realizar la inscripción es necesario acreditar haber finalizado cuatro “brevet”, que son pruebas homologadas y de larga distancia que van desde los 200 a los 600 kilómetros. Además, esta carrera se realiza únicamente cada cuatro años, por lo que la espera y preparación de quienes participan es enorme.

En la edición de este año se dieron cita más de 8.500 participantes de 80 países diferentes.

Menor asegura que el “sacrificio” y la “preparación”, además del “esfuerzo físico”, compensan una vez se ve cumplido un sueño como es la participación en esta prueba, más aún al completar sus más de mil kilómetros.

Este cicloturista explica que el día previo a la prueba es el peor. “Las mariposas aparecen en el estomago y la noche de antes prácticamente no duermes”, dice.

Formó parte de la expedición española, organizada por la Federación Española de Cicloturismo, que se encarga del transporte desde Madrid. Una expedición que define como “una gran familia” que se dirigió a la bretaña francesa con la idea de “conquistarla”.

Cuenta que la prueba estuvo marcada desde su inicio por los contratiempos, en este caso en forma de tormenta, ya que la lluvia acompañó a los ciclistas desde su salida en Rambouillet.

El recorrido le llevó por varias ciudades francesas como Mortagne ur Perche, Villaines la Juhel, Fougères, Tinténiac, Laudéac o Brest en mucho menos tiempo del que alguien pudiera pensar: los participantes cuentan con 90 horas para completar el recorrido de la que definen como “la prueba ciclista, más antigua, más larga y más dura del mundo”.

“La gente se echa a las calles. No importa la hora ni el tiempo que haga”, explica Menor que, asegura, con el paso de las horas “el sueño, el frío y el cansancio” pesan más que los kilómetros, siendo más una lucha psicológica que física. “Ya queda menos. Ya queda menos, me repetía”, rememora. Asegura que las pequeñas cuestas “se convertían en grandes puertos”, pero que todo se olvida al divisar la línea de meta, que espera tras 1.200 kilómetros por las carreteras galas.

“La medalla ya es mía. Ahora solo tengo un objetivo: volver en la edición de 2023”, dice Menor, que afirma que no pesan las penas frente a la satisfacción de llegar.