Tirar el niño y el baño

    15 jul 2019 / 11:50 H.

    Como todo el mundo sabe, entre los lances del juego están los vicegoles, un término muy utilizado en esta columna y que puso en vivo aquel periodista que, sin saber nada de fútbol fue encargado por un periódico de Madrid para que hiciese la crónica de los partidos durante una temporada en la capital. Wenceslao Fernández Flores, gran escritor sin duda, al desconocer el argot futbolero, se veía obligado a recurrir al lenguaje y a las vivencias que llenan nuestra existencia. Y una de las esquinas que más le impresionaba era la circunstancia de que en nuestro deporte eran muchas las veces en que no se consumaba completamente el propósito previsto para el triunfo. Por ello, al observar la cantidad de veces en las que apuntaba el gol pero luego no se conseguía, inventó esa palabra que resumía, además, situaciones nuestras de cada día. La historia y la vida de Romeo y Julieta son para él el símbolo de ese “interruptus” que en tantas ocasiones nos acaba asaltando. Interruptus, gran palabra que nos atormenta porque o bien es la naturaleza la que toma la iniciativa o es nuestra voluntad la que lo fuerza. Interruptus o vicegol... o ascenso que no llega a consumarse. Tal Romeo y Julieta y tantos otros que se quedan a mitad de camino. Pudimos haber finalizado la jugada pero, como si nos hubiéramos frenado, con este verso tan conocido de Cervantes, al final no hubo nada. La tarea obligada ahora es analizar con calma y sensatez dónde estuvieron los errores para tratar de evitarlos, pero parece que no vamos por ese camino. De nuevo ruido, mucho ruido estridente y ensordecedor y pocos análisis racionales. Pocas reflexiones que clarifiquen el camino para no fallar otra vez. Y, como dice VICA en JAÉN, siempre a la búsqueda de un nuevo salvador, ocupación de la que no sabemos cómo librarnos. Mientras andemos solo con soluciones grandiosas, tirando el agua del baño con el niño dentro, como se dice familiarmente, muy mal nos van a ir las cosas. Sentido común y corregir las comas es lo que nos hace falta. Lo demás, estar siempre tirando la casa por la ventana, parece inmaduro. Y, sobre todo, ineficaz.