Lo sensato e insensato
Hablando de fútbol o analizando su planificación o desarrollo, es imprescindible tener presente siempre las dos variables que lo constituyen y que son, al tiempo, camino de su gozoso sentido y fuente de todos sus conflictos. En el fondo es casi como ocurre en la vida misma: en montones de ocasiones el pensamiento y la razón, la sensatez, nos marca un camino de conducta mientras que los sentimientos, a veces fuente de insensatez, nos sugieren otra dirección. El fútbol está inmerso de manera profunda en esa dicotomía: ¿Cómo gobernarnos?, ¿cómo plantear la organización?, ¿cómo planificar? Es lo que ocurre con la teoría del “competir”. Sin duda es un propósito sensato no solo por la incertidumbre que conlleva toda actividad deportiva, cuyos resultados nunca pueden asegurarse sino, en el caso del Real Jaén, porque aspirar desde el principio a triunfos de mayor nivel como el ascenso o jugar la promoción ya se ha demostrado que puede llevar una vez más a una completa desilusión. Es por eso un proyecto racional e inteligente. Nada que objetar. Pero tanto, tan apropiado, que acaba siendo frío, muy frío y esa condición impide de alguna manera el entusiasmo colectivo tan necesario e imprescindible en toda esta actividad. Ante el desdoro de quienes han dejado al club y al equipo en una situación vergonzosa y vergonzante, solo lo han salvado, de momento, las emociones y el sentimiento. La organización y planificación, al contrario, se está haciendo de la única manera posible, con la razón. Con estímulos racionales y sin actuaciones (léase, fichajes, por ejemplo) espectaculares que son los que mueven a los grandes colectivos. Cansada como está la gente de tantos desmanes en el Real Jaén, todo el mundo comprende que el único camino a recorrer es el que parece que ahora se está siguiendo: hacer las cosas con sensatez y sin locuras de ningún tipo. Es lo único posible y es de agradecer. Pero ¿qué hacemos con las grandes ilusiones que son las que mueven montañas? Menuda y dura paradoja. Somos los aficionados los que tenemos que poner el calor colectivo para salir del atolladero. Y ya seguiremos hablando de todo esto (que es el fondo de todo el tejemaneje institucional que se está sufriendo y gozando al mismo tiempo).