Llegar a lo alto

    19 ago 2019 / 11:18 H.

    He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así. Con estas palabras empieza una de las obras narrativas más importantes y conocidas de la literatura de hoy, “Los detectives salvajes”, del escritor chileno, ya fallecido, Roberto Bolaño. Aunque con una redacción algo confusa y difícil, el texto viene muy al pelo de las vicisitudes por las que estamos pasando, como club y como aficionados, ahora que echa a andar un nuevo camino y un novísimo proyecto que el destino y las Parcas decidieron en el mes de junio nos fuera obligatorio al impedir que ganáramos el cielo. Después de la conmoción que a todos nos arrastró el último y desgraciado acontecimiento (con más precisión, fracaso), conmoción agravada por la casi certeza y seguridad de que teníamos la gloria y el éxito prácticamente a la mano, empezar de nuevo y hacerlo con ilusión cuesta realmente trabajo. Hay que ser realistas. A alguna gente, quizá más sencilla y ligera de equipaje, le parecerá fácil y asequible este comenzar otra vez, pero a otra, a lo mejor ya cargada de esperanzas rotas, echarse de nuevo a la mar tras una travesía que se desconoce a qué puerto nos llevará, aunque se haga con gusto, confianza y convicción, hay que reconocer el esfuerzo que exige. Y como la vivencia del fútbol, dejando a un lado toda la tramoya que necesita, es más visceral y emotiva, cuando el equipo sale al campo y se olvidan y entierran todas las querellas y desacuerdos, la vida y el hado nos llaman una vez más a despertar las emociones. A los seguidores, a los que siempre estamos dispuestos, no es que nos han invitado, como en la novela citada, sino que nos obligan a seguir el camino existencial del corazón y los sentimientos. Así es la vida, al menos, para nosotros que forzosamente (y gustosamente) hemos aceptado. Ya en junio veremos cómo terminan “Los detectives salvajes”. Y esperemos que todo el trayecto no sea como el título de una novela hermana, en este caso de David Foster Wallace, “Una broma infinita”. Sea mejor este otro: “al fin llegamos a lo alto”. Ojalá.