La angustia tiene la recompensa de la victoria

El Real Jaén vence al Loja con un gol de Vera
y se sitúa sexto, a un solo punto de la promoción

25 sep 2017 / 10:40 H.

Dicen los manuales que se ocupan de predicciones matemáticas y juegos derivados, mediante el llamado que se cita como “teorema del mono infinito”, de los grandes y pequeños números, que un animal de esta especie, pulsando teclas al azar durante un período de tiempo infinito podría reproducir cualquier texto dado, El Quijote, por ejemplo. La referencia a los monos es insustancial porque lo mismo puede decirse de un ser humano con los ojos vendados o el teclado cubierto. De lo que se trata es de saber, como diría el castizo con mirada de intelectual, qué puede ocurrir si el cántaro fuera a la fuente infinito número de veces. Es todo este juego de adivinaciones una metáfora aleatoria o de azar, más o menos simpática, de cuál puede ser el futuro del cántaro del chascarrillo de acuerdo a los viajes que acabe dando a por agua.

Y es este augurio, explicitado en forma de acertijo con grandes palabras de mucho peso matemático, el que podríamos aplicar al fútbol, tal vez con esta formulación: ¿cuántos goles, por una parte, y cuántas ocasiones claras, de esas que hacen casi gol (o vicegoles que dicen otros), por otra, puede conseguir un equipo que pasa infinito número de veces al campo del contrario? Con este material especulativo es lo que se puede preguntar si un equipo llega infinito número de veces a la portería contraria. Vale aplicar la pregunta al partido del Real Jaén ante el Loja, especialmente en la segunda parte y según iba corriendo el tiempo retrasar, que, por otra parte, querían algunos jugadores, en especial el portero granadino. La respuesta a esta cuestión si puede ser el mejor resumen de lo acontecido en el terreno de juego. Bien es verdad que lo de infinito asusta un poco pero se puede afirmar, con más o menos verosimilitud que algo así fue el desarrollo del encuentro

Los visitantes, como ya ocurriera en la semana anterior, trataban de jugar la pelota con precisión y control para, de esa forma, envolver como en una trampa, con vueltas y revueltas, el juego de los blancos. Solo un sistema de velocidad, no siempre conseguida, parecía el remedio más eficaz para conseguir el que cada vez parecía más milagro. Y que permitiera redondear en una semana un ascenso sobresaliente en la clasificación, un salto de los arriba con fuerza.

Con un equipo, que puede decirse cada vez más habitual, el partido transcurrió con las mismas prestaciones. Puede decirse que un ritmo creciente, como en los versos de un romance de acoso y cerco o un redoble de “El tambor de granaderos”. Innecesario es enumerar uno a uno cada acercamiento porque esa fue la sal que dio sabor a los aficionados. Y todo esto así hasta el gol que de manera magistral e imaginativa consiguió Vera.

Volviendo al juego inicial, todo fue como la “ley de crecimientos decrecientes” pero al revés. El principio que esta enumera se expresa como que, a medida que se aumenta la cantidad consumida de un bien, la utilidad marginal tiende a disminuir. Pero en el partido ante el Loja sucedió al revés. Todo fue como lo que musicalmente se expresa con “in crecendo”. “Soy castillo de frontera / mientras tengo un muro en pie / siempre estaré en pie de guerra”, que dice la copla. Y de eso se trató. Hasta que llegó la explosión final.