Hablando de cuentas

    12 nov 2016 / 11:04 H.

    Si se hace la cuenta de la vieja, el resultado produce una sensación agridulce. Ya se sabe que los números son una abstracción de nuestra mente pero no se puede ocultar que encierran un retrato más o menos exacto de la realidad. Es así el caso que, si se cotejan los datos de asistencia de espectadores a los últimos partidos del Real Jaén en La Victoria con la capacidad del campo (en el que hubo alguna vez que instalar asientos supletorios) o con el número de socios, puede deducirse que la gente, en cuanto a concurrir a los encuentros, anda remisa y como con pocas ganas. Más aun, si traemos a colación cuántos aficionados se hicieron socios en su momento y recordamos que pasaban de tres mil, comparados con los mil quinientos espectadores que aproximadamente acuden al campo, es fácil deducir que en torno a la mitad no aparecen ni por los alrededores. ¿Y a qué se debe ese comportamiento? Alguien dirá en seguida que se debe a la situación del equipo, a que su juego no acaba de enganchar y que, para pasar un mal rato; mejor es quedarse en casa. Pudiera ser. Se podrá confirmar si cambian las expectativas. En cuanto a las otras cuentas, las que mueven el mundo y las gentes, tampoco ofrecen perspectivas muy saludables. Ya sabemos que Zamora no se tomó en una hora y que un negocio así no se puede resolver en un rato. Pero de todas maneras la suspicacia, que es mala consejera, anda revoloteando por el pensamiento y las sensaciones de los aficionados. ¿Y por qué? De nuevo la cuenta de la vieja a la luz de la lumbre ofrece un deje de desconfianza sobre la actitud de los accionistas mayoritarios, que parece no acaban de decidirse a vender cuando, desde que la Justicia les asignó la propiedad, según propia confesión, no han puesto un euro en el club e incluso han tratado de adelgazar el gasto revolucionando la gestión. Y ahora a Marbella. Donde un triunfo y nuevas cuentas de resultados deportivos tendrían la misma eficacia en el ánimo que el bálsamo de Fierabrás, aquel del que don Quijote aseguraba que con sola una gota se ahorraban tiempo y medicinas por su eficacia. O que la purga de Benito. Aunque, como adultos que somos, sabemos distinguir entre la emoción y alegría del momento y el problema estructural que sigue ahí vigente.