El tortuoso descenso del Linares

Una pésima segunda vuelta es determinante para perder la categoría

05 jun 2017 / 11:17 H.

La decepción ha sobrevolado el mar de olivos linarense y se ha instalado en la ciudad. Desde el pasado 28 de mayo el club ya no forma parte de la Segunda División B y basta con un pequeño vistazo atrás para comprobar que es mucho lo que se ha perdido. Más aún si repasa lo costoso, en todos los sentidos, que fue el trayecto. El Linares, después de dos años en los que resistió hasta última hora, ha pagado sus desastrosos últimos cuatro meses de competición. Y qué larga puede hacerse una Liga en estas condiciones. El equipo ha experimentado de primera mano las consecuencias de una segunda vuelta que se le hizo eterna. Quién le iba a decir al conjunto minero —en la jornada 26 estaba más cerca del ascenso que del descenso—, que el campeonato echaría el cierre de la forma más dramática posible y entre enormes dudas. Demasiadas como para permitir que un grupo en una dinámica tan negativa se mantuviera un año más. Porque esta categoría no regala nada. Después de que, por unas cosas u otras, el brillante inicio de la segunda etapa de Miguel Rivera se cayera poco a poco y de que Alberto Lasarte no estuviera ni cerca de encajar como técnico, el club se encomendó a la frescura de Juan Ferrando para salvar el curso. Sin embargo, la llegada del entrenador no bastó, pues con el agua al cuello la táctica se pierde entre nervios y miedo y todo parece depender del acierto de los pocos capaces de controlan el pánico sobre el verde. El hundimiento final del barco azulillo es de sobra conocido y desde la afición se empezó a dudar de la gestión de los de arriba, de la calidad de la plantilla y, sobre todo, de su compromiso. Una mezcla demasiado peligrosa que acabó por explotar. En el apartado futbolístico hay que decir que la marcha de Curto fue el detonante para el comienzo del bajón. Es cierto, que mientras estuvo en Linares, el equipo no fue solo él. Ni mucho menos. Por momentos, Rivera consiguió que el plantel funcionara de forma metódica con unos automatismos que brillaban con continuidad. Lo que sí era cierto es que, a excepción de la progresiva presencia anotadora de Casi —que decayó en los últimos meses—, el gol pareció siempre depender de Víctor. Él era la certeza en caso de dudas. Y sin él, el juego no fue suficiente. No bastó con mantener el buen fútbol, pues el gol no llegaba, y eso merma cualquier idea y la hace tambalear. Más aún si el bajón defensivo del equipo es tan flagrante. Además del tema Curto es cierto que lo corta que ha ido la plantilla en algunos puestos ha sido determinante y ahí sí hay que echar miradas más arriba. Jugadores como Joselu, Higinio o Rodri lo han tenido que jugar absolutamente todo y llegaron al tramo vital fundidos en lo físico. Los dos laterales tiraron de casta para sobreponerse, especialmente el capitán, que terminó el año de forma sobresaliente. Pero al que más se le ha notado es a Rodri. La falta de frescura también afecta a la cabeza, y más en un jugador de su importancia, por cuyas botas y mente pasa gran parte de la gestión de balón y organización del ataque linarense. Y si la brújula cae, el rumbo se pierde. En otros puestos sí se disponía de más recambios en el banquillo, como es el caso de Corpas, y aun así la acumulación de minutos fue enorme. Si al bajón físico de Joselu se le une el rendimiento final del bañusco tenemos a la banda derecha del Linares —principal foco de fútbol y generador de ocasiones—, esta muy lejos de su potencial. En definitiva, un cúmulo de circunstancias, con culpa repartida entre muchos, que ha desembocado en el abismo. Toca hacer examen de conciencia y analizar desde dentro qué ha llevado a esta situación. Toca volver a empezar y devolver al club al sitio que merece. Porque el equipo jugará la próxima temporada en Tercera, pero los que se sentarán en las gradas de Linarejos sí son de categoría superior. El Linares inició el curso con intención de formar un proyecto que le asegurara un aprobado holgado en junio y ha acabado con un rotundo suspenso, tras un mercado invernal desacertado —con la única excepción de Chus Hevia—, una racha de resultados pésima y una tensa situación alrededor del vestuario que terminó siendo inmanejable.