De mañana y tarde

    20 may 2019 / 11:00 H.

    La reflexión contenida en esta columna encierra hoy una virtualidad curiosa. Hoy este texto tiene un cierto sentido hasta una determinada hora, pero, llegada la tarde, después de las cuatro y media aproximadamente, se enfrenta a una nueva situación y por consiguiente hasta ese momento se ve en la necesidad de ofrecer el “modo de espera” en que está situado el club y el equipo. Tras la espléndida campaña del campeonato de liga, coronada con la fineza y la finura del partido final de ayer, en el que se alcanzaron 101 puntos y 99 goles, récord con sabor nacional como ya han resaltado publicaciones deportivas especializadas, en este momento solo cabe la vivencia de aguardar. Mas cuando el reloj apunte al p.m., es decir, al “post meridiem”, al tiempo posterior al mediodía, ya nuestra vida deportiva se encuentra con otro panorama muy distinto. El fútbol, que en tantas ocasiones utiliza el sistema de cabezas de serie acomodando los sorteos a la categoría de sus participantes, en esta oportunidad, como todos sabemos, únicamente aplica un trato especial para los campeones de cada grupo pero, ya dentro del sistema, hace entre ellos sorteo que, diríamos, puro y duro: dieciocho grupos dan nueve eliminatorias y que salga el Sol por Antequera. Así el lector que se acerque a este texto a partir de la hora citada, ya conoce desde luego el rival que la suerte nos ha adjudicado y, si tiene alguna curiosidad mayor, seguro que puede disponer hasta de la fecha en que hicieron su primera comunión los jugadores del equipo contrario. En esta época de tanta información, los profesionales han preparado hasta el menor detalle y ya habrá materia de reflexión, de análisis... y de confianza. De momento, tanto por la mañana como por la tarde, es decir, tanto en un momento como en otro, lo que importa es poder afirmar con aquel campeón que, ante un gran desafío, aseguraba que su “confianza era más grande que sus dudas”. “Ve con confianza en la dirección de tus sueños, vive la vida que has imaginado, dice el gran sicólogo Henry David Thoreau. Y ¡suerte!, ¡mucha suerte!, que es imprescindible.