El cuento de mi vida




El público disfrutó en el Centro Cultural de La Carolina en todo momento con la presentación de un proyecto que aúna humor con todas las etapas de una vida. José Manuel Muriel, empresario y escritor, es el encargado de esta obra en la que cuenta entre imaginación y realidad, la vida de su hija Beatriz. Un relato preparado para su nieto, aún por nacer, pero que espera que guste al mayor número de personas posible. Por tanto, a partir de las experiencias personales de la hija del autor, aborda a través de lo real y la fantasía sus experiencias personales. Además, para la presentación, la actriz y deportista Noelia Camacho interpretó y creó un breve cuento en el que narró la vida de Beatriz de una manera curiosa e interesante, lo que recibió el aplauso de los allí presentes.
Para esta noche tan singular,
entrañable como la que más
de familias y amores
me he permitido algo especial.
Algo rimado he preparado
y advierto que algo forzado
pero aun así espero
que sea de vuestro agrado.
Y sin mas:
Todo comienza en Navidad
fría y llena de felicidad.
Yo, Beatriz, decidí llegar
no podía esperar
y lejos de Andalucía ¡Me apetecía!
La cabecita asomé
y en la sala de partos aterricé
una enfermera con unos buenos brazotes
me arreó un par de azotes.
¡Cómo esto no mejore y no me vengan pronto a arropar
yo me vuelvo a la barriguita de mi mamá!
Pero en seguida ella me abrazó y me apretó
¡Por dios cuánto amor!
¡La asfixia me aturdió!
Mi padre sorprendido exclamaba y preguntaba
¿¡ Pero ya ha venido!? ¿¡Pero ya ha venido!?
No tardé en comprender
que era deseada
y que suerte tenía
pues con poco que llorara
mis deseos rápidoconcedían.
Sana, comodona,
tragona y algo fondona
mi vida era de lo más disfrutona.
Aunque a veces Carlos, mi hermano, me fastidiaba
porque me miraba y me observaba
con mucha curiosidad
y aire de superioridad.
Ya tenía edad de gatear,
pero yo, siempre original,
prefería saltar y saltar.
¡Nunca vi nada igual!,
decía la gente al verme brincar
¡Esta niña ya no sabe cómo destacar!
Susurraba mi mamá
y es que no lo podía remediar.
Tuve una gran afición,
abrir cajones a discreción.
En cuanto había un descuido
ahí estaba yo, lista para la operación.
Revisaba con suma atención
que es lo que guardaban en su interior.
Nadie entendía aquella pasión.
Mi madre cuando se percataba
me gritaba.... Bea!!!!!!
Pero mi padre....Solo me miraba,
su dedo alzaba y decía
¡No, Bea, no! Y como una estatua me quedaba
No, no, decía yo, hasta la siguiente ocasión.
Un día de playa conocí a mi hada
suena a historia acaramelada
pero aseguro que no es inventada.
Sintiéndome libre y aventurera
en un descuido olvidé el camino.
El hada me cuidó,
con chuches y piruletas me calmó, ( de ahí viene mi malsana afición)
hasta que mi madre por fin me encontró.
La pobre tan nerviosa y preocupada y yo
para no defraudar
me puse a llorar y gritar.
En muchos coles aprendí
y a mucha gente conocí
siempre me resultó fácil ese ir y venir.
“¡qué tengo mucha cara....! “es lo que mi padre solía decir.
Con la abuela Carmen tenía buena relación
me hablaba como a una persona mayor.
Con la abuela Isabel.... era otra cuestión
ella prefería otra misión,
cuidar a mi hermano Carlos era mejor opción.