Un renacimiento sinfónico llena la Catedral

Más de 800 espectadores disfrutan, en directo, de un gran concierto dirigido por Rogelio Rojas y Ángel Luis Molina

10 nov 2018 / 10:42 H.

La expectación fue máxima. Todas las miradas apuntaron al crucero de la Catedral de Jaén, casa del arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira durante el siglo XVI. Fue una velada llena de emociones, sobre todo, por parte del compositor jiennense Rogelio Rojas que, desde su ventana, y mientras terminaba de ensamblar notas musicales para contar una historia en honor al cantero, miraba su creación e imaginaba cómo sonaría en su interior. Y el sueño se hizo realidad gracias al apoyo incondicional de Diario JAÉN y Rosetas Eventos 360º, quienes invitaron a los más de 800 espectadores que se dieron cita en el espacio religioso a ser testigos de uno de los acontecimientos más esperados de la capital. Así comenzó Vandelvira, sinfonía para orquesta y coro.

Un fuerte aplauso dio la bienvenida a los músicos. De esta manera, en el corazón de la Catedral confluyó un equipo compuesto por 70 profesionales entre los que estaban los miembros de la Orquesta Sinfónica Vandelvira, creada para la representación de tan espléndida obra —dirigida por el propio Rojas—, y el Coro “Ciudad de Jaén”, cuyo director es Ángel Luis Molina, quien estuvo presente pero no pudo cantar por problemas de salud.

La memoria del arquitecto renació revestida de melodía sinfónica para recordar las líneas que dibujaron algunas etapas de su vida como, por ejemplo, su aprendizaje como cantero en Alcaraz, su pueblo natal. Así sonó el primer movimiento de esta sinfonía, titulado La Cantería. En él, el coro emuló, a través de las voces de los tenores y bajos, a los trabajadores de este oficio, mientras el triángulo imitó el golpeo del martillo contra el cincel que picaba la piedra. Tras el “coro de canteros”, Rojas presentó una composición romántica en la que el jiennense imaginó cómo sería la música que Vandelvira escuchaba en su época. La simbiosis musical y vocal fue determinante en esta primera parte, en la que el público estuvo muy atento y alzó sus móviles para inmortalizar el momento.

El segundo movimiento comenzó con ritmos “allegres”, y trasladó al público a ese momento en el que el arquitecto estuvo más inseguro y temeroso por el desarrollo de su creatividad. Rojas supo canalizar las sensaciones que él mismo tuvo al crear esta composición y contraponerlas con las de su protagonista. Y lo hizo con compases armónicos que, intencionadamente, no fueron al compás. La orquesta reflejó la inseguridad del artista con una composición que dejó entrever, además, cierta melancolía en contraposición con la esperanza.

Además del trabajo, Vandelvira sentía especial devoción por “el hogar y el amor”, título del siguiente movimiento, caracterizado por ritmos lentos, pausados, íntimos y sobrios. La belleza melódica despertó para recordar al arquitecto que llegó a Villacarrillo y creó allí una familia. Así, el coro indicó, en latín: “En mi desierto, tú eres una multitud”, verso del poeta Albio Tibulo. Durante este movimiento, la emoción fue tal que a Rojas se le escapó la batuta de las manos y fue a parar justo a los pies del alcalde, Javier Márquez. Pocos notaron esto, pero, al finalizar esta parte, fue el propio director de la orquesta el que se giró para recogerla y estrecharle la mano a Márquez que, entre sonrisas, se la devolvió. A su lado estuvo también la concejal de Cultura, Isabel Azañón, quien fue cómplice de esta simpática anécdota.

Flautas, oboes, clarinetes, fagot, trompas, trompetas, trombones, timbales, campanas, violines, violas, violonchelos y contrabajos resonaron al tono de los sopranos, contraltos, tenores y bajos para poner el broche de oro de este concierto con La gran obra: la Catedral de Jaén. La pieza estuvo dividida en tres partes. En la primera, Rojas representó musicalmente a una ciudad renacentista llena de ciudadanos y vecinos, jiennenses trabajadores, tan expectantes como el público, frente a una Catedral que se levantaba sobre la ciudad como un gigante de piedra religioso.

Un aplauso incontenible por parte de los espectadores marcó el inicio de la segunda parte, en la que un canto gregoriano sorprendió a los presentes con una letra latina que indicó: “Respeto a este lugar. Es la casa de Dios y la puerta del cielo, y será llamado el tribunal de Dios”. Una fanfarria de metales, la misma por la que Rojas indicó estar intrigado por cómo sonaría en la acústica de la Catedral, reavivó la emoción de los espectadores y la del mismo director, que mostró, en todo momento, un rostro lleno de felicidad. El culmen de esta obra llegó con un recordatorio de todos sus movimientos y una alabanza en latín que manifestó: “¡Qué hermosa es tu morada, Señor”.

Muchos encontraron, en este final, influencias bethovianas, por su textura homofónica y su elegancia interpretativa, y un largo aplauso sucedió al cierre de la actuación, en la que Rojas y Molina se fundieron en un abrazo. El público, puesto en pie, formó parte de esta unión orquestal en la que los jiennenses escribieron una página musical en la historia de la capital.