Trágica cogida a Fandiño
El diestro sufre una cornada de 15 centímetros y es operado en la enfermería








La corrida acabó en el tercer muletazo al quinto toro. Iván Fandiño cogió la franela y se puso delante sin probarlo en el trasteo. Al igual que toda la corrida, el morlaco le había embestido muy por dentro en el capote. Le dio un natural desde la raya de picadores para adentro. Otro desde las tablas para los medios y, en el tercero, el toro le apretó para adentro y se le metió entre el cuerpo y la muleta. Iván Fandiño voló por el aire colgado del pitón, cayó acunado en los pitones y bajó hasta quedar tendido boca arriba en la arena. Y de ahí no se movió. Las cuadrillas lo cogieron y lo metieron a toda prisa a la enfermería. Dos policías nacionales se pusieron en la puerta para custodiar la entrada y los médicos comenzaron a operarlo. Por cómo quedó tras la cornada, el público pronto entendió que la cosa no pintaba bien.
Úbeda tiene la suerte de contar con uno de los mejores equipos médicos taurinos de España, que dirige Rafael Fuentes Martos. Por eso, los toreros sabían que Fandiño estaba en buenas manos. En cambio, los que salían tras llevarlo aseguraban que la herida era extensa. José Carlos Venegas lidió al sexto mientras que Fandiño estaba en la mesa de operaciones. Qué malo fue el animal. El público ya ni respondía a los esfuerzos del diestro, que anduvo por la cara del astado defendiendose e intentando que no le sorprendiera. Pero la afición tenía la mente y el corazón en la enfermería. Por eso, quería que Venegas acabara pronto. Cuando lo mató, el diestro de Beas de Segura renunció a salir a hombros. Se fue por la puerta grande, pero a pié en solidaridad con el compañero herido. Al instante, ya estaba en la enfermería para ver cómo iba todo.
Casi una hora y media después del percance, llegaba el parte médico oficial. Cornada grande, pero no muy profunda. Además, no tocó ni venas ni arterias. Qué suerte, para lo que pudo ser. Una ambulancia escoltada por la Policía Local trasladó a Fandiño al hospital de Úbeda.
A Partido de Resina, por lo que se vio en San Nicasio, solo le queda el envoltorio de lo que fue Pablo Romero, que le gustaba lidiar a Antonio Ordóñez y que tantos triunfos dio en la Edad Dorada de la Tauromaquia. Toros guapos, pero solo para mirarlos. Cuando los toreros se metían con ellos en la lidia, malos a rabiar. Mansos y peligrosos. Eugenio de Mora anduvo muy dubitativo en el primero. No llegó a dominarlo, por lo que no hubo faena. Luego, el cuarto era precioso de estampa, pero manso e imposible.
Fandiño —en el segundo— estuvo valiente y poderoso con un astado con un gran peligro sordo. Vaya miradas que le tiraba antes de coger el engaño. El diestro apostó, confió y le pudo al animal. José Carlos Venegas vio como el tercero se estropeó en el burladero. El sobrero de José Luis Pereda sí que dio algunas opciones. Sin llegar a definirse y sin ser bueno, hizo que el diestro de Beas labrara una faena valiente y poderosa, que fue premiada con la puerta grande. Tres caballos derribados por toros geniudos y arreones para adentro a los subalternos fue la tónica de Partido de Resina. Y anda que no eran guapos los toros.