“Soy hijo de quien soy, sé de dónde vengo y adoro mi clase social”

Presentación del libro Entre amigos sobre el sacerdote Julio Millán en su pueblo natal

02 nov 2019 / 16:36 H.

No hay nadie que hable un poquito mal?, preguntó Julio Millán Medina, sonriente, a sus paisanos que le acompañaban en la presentación del libro Julio Millán. Entre amigos, editado por Diario JAÉN, sobre la vida y trabajos del sacerdote bedmarense y activo dirigente de Mensajeros de la Paz y Edad Dorada, organizaciones que preside en Jaén y Andalucía. Un libro coral, con la participación de más de 40 amigos que aportan testimonios y vivencias sobre el sacerdote, cuyos escritos y poesías ofrecen la dimensión de su persona y que incorpora tres diálogos de Millán con el director del periódico, Juan Espejo, que ha coordinado la obra. Libro en el que ha trabajado también un equipo de profesionales de Diario JAÉN y que ha contado con la colaboración de personal de Mensajeros de la Paz y Edad Dorada.

Antes de su intervención al cierre del acto, los que le acompañaron en la mesa desgranaron con convicción sus valores, el trabajo que realiza y el modelo de vida que ejemplifica día a día.

Sin imposturas, llevó al terreno de la sencillez lo que con cariño y amistad expusieron sus amigos sobre décadas de trabajo dedicadas a los olvidados y oprimidos, a los que sufren. “Soy un tío muy normal —dijo—. Lo que yo hago, lo hace mucha gente y lo podría hacer mucha más”. Tras agradecer la publicación del libro a este periódico y a los amigos que han colaborado en sus contenidos, ordenó rigurosamente ese modelo de vida: “Le dije a mi rector en el Seminario que primero quería ser persona, luego cristiano y después cura. Que siendo ya cura, Dios diría qué quiere de mí”. Consumados los tres episodios, y tras más de cuatro décadas de sacerdocio y militancia en la trinchera social, que viene a ser lo mismo en su persona, renovó sus votos como ciudadano y hombre de Dios. En tiempos de fracturas, conflictos y banderías sostiene su amor “a la gente, sea del color que sea, más allá de fronteras y banderas”. Y su compromiso irrenunciable: “Dios se encarna en lo humano, en lo pobre, en lo cercano y en lo natural. Yo intento en mi vida ser buena persona, no hay más misterio”. Y añadió: “Cuando uno es buena persona, a la fuerza es buen cristiano. Y si se es buena persona y buen cristiano no puede ser mal cura. Al revés sí”. Lejos de bajar su tono de abierta sinceridad, relató el Dios en el que cree, “un Dios reencarnado, que nació de la barriga de una mujer, madre soltera... A ver —apostilló—, es así, estaba con el carpintero San José pero no hizo nada... Aquello vino porque vino.... Ese es el Jesús de Nazaret soplado por Dios”.

Aspira, insistió, a ser una persona normal, un cura normal, “por eso huyo de camisarios, de ropajes raros y de asuntos de poder que me huelen mal”; para proclamar a continuación su legítimo orgullo de pertenencia social. “Soy hijo de quien soy y sé de donde vengo. Mi padre tenía un borriquillo de mala muerte, y una huerta de mala muerte... Adoro a mi clase social, la quiero con locura, no tengo otro misterio”. Reivindicó la autocrítica, sin nombrarla, para mejorar como persona: “Yo soy lo que soy porque soy pecador, aquí nadie lo ha dicho. Líbranos señor de los perfectos”, recalcó. “El que quiere ser santo es el que arregla la lista de su vida y endereza sus renglones”. Dijo finalmente que el libro le llegó “como una caricia de Dios, de Juan (Espejo) y de Eleuterio (Muñoz) y de la gente que me quiere”, para advertir después al auditorio: “ No olvidéis que soy el de siempre. El hijo de Fernando Pajarillo y de la Nicolasa”. Pese a la advertencia, que revela su humildad, a Julio Millán se le puede aplicar una dedicatoria que escribió el pedagodo cristiano, y socialista, Paulo Freire: “A los desarrapados del mundo y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan”.